El cangrejo azul, conocido también como jaiba azul, representa una preocupación creciente debido a su capacidad de migrar río arriba en distancias sorprendentemente largas. Un equipo de la Estación Biológica de Doñana – CSIC ha emitido una alerta sobre este fenómeno, destacando la capacidad de estos cangrejos invasores para recorrer más de 100 kilómetros desde las costas y estuarios donde han invadido inicialmente.
Si bien se sabe que esta especie puede alterar las comunidades donde se establece y causar disminuciones en otras especies, un nuevo estudio revela que estos impactos pueden extenderse a distancias considerablemente grandes río arriba. Esta migración representa una nueva amenaza para numerosas especies de aguas continentales, algunas de las cuales ya se encuentran en grave peligro de extinción.
Desde su llegada al Delta del Ebro en 2012, la expansión de la jaiba azul ha sido notable. Ha conquistado toda la costa mediterránea española, cruzado el estrecho de Gibraltar y alcanzado Portugal en poco tiempo, extendiéndose también por las costas mediterráneas del norte de África.
Los impactos ecológicos y socioeconómicos que genera donde se establece van desde el declive de poblaciones de peces o invertebrados acuáticos hasta el daño significativo en las artes de pesca.
Aunque la atención se ha centrado principalmente en zonas costeras y estuarios, un nuevo estudio publicado en la revista científica Aquatic Conservation: Marine and Freshwater Ecosystems revela que la jaiba azul puede ser una amenaza incluso lejos de las costas.
El estudio, dirigido por Sergio Bedmar, surge a raíz del descubrimiento de una jaiba azul en el tramo portugués del río Guadiana en 2019, a más de 70 km de la desembocadura. Conociendo otros eventos de migración a larga distancia en el río Ebro, el equipo investigó la distancia máxima de migración de la jaiba en la cuenca del Guadalquivir.
Se encontraron especímenes tanto en la Rivera de Huelva como en el curso principal del Guadalquivir, hasta una distancia de 108 km de la desembocadura, justo bajo la presa de Alcalá del Río (Sevilla), que actuó como barrera. «Este estudio añade una nueva perspectiva sobre el alcance de esta invasión y advierte sobre el riesgo que representa en tramos bajos de ríos, áreas de transición que, por su complejidad, tienen un valor ecológico irremplazable», explica Sergio Bedmar, investigador de la Estación Biológica de Doñana – CSIC.
La migración de la jaiba azul hacia aguas continentales, que en ocasiones supera los 200 kilómetros desde las costas, es bien conocida en su área nativa. Tanto machos como hembras realizan la ascensión fluvial, pero son las hembras las encargadas de regresar, ya que las puestas deben eclosionar en aguas marinas.
Sin embargo, poco se sabía sobre la migración de la jaiba azul en la zona invadida por esta especie. El equipo de investigación recopiló más de 16.000 datos de presencia de jaiba asociados a aguas continentales, tanto del área nativa como de la invadida.
Utilizaron las distancias desde esos lugares hasta las respectivas desembocaduras para estimar la disminución en la probabilidad de presencia de jaiba azul al aumentar la distancia a la costa.
UNA NUEVA AMENAZA
Aunque la probabilidad de encontrar la especie se concentra en los tramos más bajos, su potencial para penetrar río arriba es alarmante, incluso a distancias superiores a los 100 kilómetros. «Dado que se trata de un especialista depredador de bivalvos, la jaiba constituye una nueva amenaza para náyades o almejas de agua dulce, cuyas poblaciones han sufrido un colapso en las últimas décadas», comenta Sergio Bedmar.
También representa un nuevo problema para las pequeñas cuencas costeras, que a menudo albergan especies endémicas con un estado de conservación frágil, como el salinete o los cachuelos y colmillejas, exclusivos de pequeños ríos del sur de Cádiz.
El efecto de bloqueo que ejercen los embalses sobre la migración de la jaiba azul, como el que se observa en el río Guadalquivir, parece tener una incidencia pequeña en el potencial de ocupación de territorio de esta especie.
De hecho, en un hipotético escenario sin embalses la capacidad de expansión de la especie apenas aumentaría un 13%. Sin embargo, los embalses sí tienen un efecto limitante para la migración de otras especies más móviles, como la anguila europea, que queda artificialmente convertida en una especie costera, y que se sitúa ahora “entre la pinza y la pared”.
Miguel Clavero, también autor del estudio e investigador de la Estación Biológica de Doñana, afirma que “la anguila, cuyo rango de distribución se ha visto limitado por las presas, va a sufrir de forma especialmente grave esta invasión, como ya se ha descrito en el Delta del Ebro”.
La anguila es una especie críticamente amenazada, que sigue siendo objeto de pesca comercial y que encuentra en la expansión de la jaiba azul un nuevo y serio problema de conservación.