Alfonso IV, conocido como El Benigno por su carácter bondadoso humilde nació en Nápoles en  1299, siendo el segundo hijo varón de los reyes Jaime II y Blanca de Anjou. Realmente, Alfonso no estaba destinado a reinar dado que era el segundo hijo de Jaime II. Pero al renunciar su hermano para tomar los hábitos, Alfonso subió al trono en 1319.

Tras jurar en Barcelona como Conde de Barcelona contraviniendo la tradición de jurar primero en Aragón, se trasladó a Zaragoza para ser coronado de forma solemne en la Seo el domingo de Pascua de 1329, ya que el reino de Aragón era «el principal de su estado y cabeza de todos los demás». Cuentan las crónicas que el propio Alfonso IV se puso la corona a sí mismo.

ALFONSO, CONQUISTADOR DE CERDEÑA

Antes de ser coronado, siendo infante, tuvo una participación muy activa en la vida política de la época. Con Jaime II como rey, Alfonso fue procurador de la Corona y encabezó la expedición aragonesa para tomar la isla de Cerdeña en 1323-1324. Esta isla mediterránea había sido adjudicada a Aragón por el Pape en el tratado de Anagni, firmado en 1295, como compensación a su renuncia al Reino de Sicilia.

Para conquistar Cerdeña, Alfonso Alfonso tuvo que enfrentarse a Génova y Pisa, y marchó sobre la isla con 80 naves grandes, decenas de barcos mucho más pequeños, además de 1.000 caballeros, 4.000 infantes, 2.000 ballesteros y 3.000 auxiliares. Tras conquistar Cerdeña, Alfonso puso la primera piedra del templo de Santa María del Mar de Barcelona.

EL CONFLICTO ENTRE LA REINA Y SU HIJASTRO, EL FUTURO PEDRO IV

Alfonso se casó dos veces. Mientras era infante, contrajo matrimonio con Teresa de Entenza en 1314. Pero Teresa no llegó a ser reina, ya que murió poco antes que su suegro el rey Jaime II. Tras se coronado en la Seo, el rey Alfonso se casó en 1329 con Leonor de Castilla para dar seguridad así a las fronteras occidentales del reino. Leonor sería una fuente de conflictos y una férrea opositora del futuro Pedro IV, hijo de Alfonso IV y de su primera esposa, Teresa, dado que quería que su hijo fuera designado sucesor al trono aragonés.

Para compensar a Leonor, el monarca concedió privilegios y territorios a los hijos de la reina, especialmente en el Reino de Valencia. En aquel reino, donó a los hijos de Leonor señoríos y villas tan importantes como Játiva, Sagunto, Morella, Alicante o Castellón, provocando el rechazo generalizado en este reino, y por parte del príncipe heredero, el futuro Pedro IV.

En 1333, los jurados de la ciudad de Valencia protestaron ante el rey, quien se encontraba en la ciudad junto a su corte. Y no le quedó más remedio que ceder ante sus súbditos valencianos declarando vigente la ordenanza que declaraba indivisible el reino. Además de la oposición de la nobleza valenciana, el monarca también encontró oposición entre la nobleza aragonesa, ya que en este reino todavía estaba vigente el Privilegio de la Unión de 1287, por el que los nobles limitaban en gran medida la voluntad del monarca en este reino.

Esa guerra interna familiar, junto con la complicada situación demográfica y económica y las continuas guerras por el control de Cerdeña llevaron a una caída de la imagen del rey de Aragón. Por un lado, durante el reinado de este monarca la mayor parte de Cataluña sufrió de hambruna y pestes, falleciendo miles de personas. Por otro, la conquista de Cerdeña que realizó como infante fue causa de conflictos continuos.

Tras expulsar a Pisa de la isla, Génova se metió de lleno en el conflicto y alentó cuantas revueltas puedo en Cerdeña con el fin de debilitar la presencia aragonesa en la isla. Pese a los esfuerzos y a las reformas administrativas que el monarca pensaba que apaciguarían a los habitantes de la isla, finalmente se inició una guerra con la República de Génova que proseguiría su hijo, Pedro IV El Ceremonioso.

LA CRUZADA A GRANADA

Entre sus acciones en el exterior, también figura la idea de Alfonso IV de revivir la Cruzada. El monarca envió diplomáticos por las cortes europeas para emprender una campaña contra Granada, aliado de Marruecos. Pero esa actividad diplomática no tuvo gran éxito, ni siquiera ante el papa Juan XXII. Así, la gran cruzada imaginada por el monarca quedó limitada a una mera campaña militar en verano de 1330 que no tuvo los resultados esperados. En 1335, se firmaría la paz con el sultanato de Granada.

El monarca murió en enero de 1336 en Barcelona, ciudad en la que vivía desde un año antes. Su esposa Leonor, ya no estaba en la Corona en esos momentos, al hui dos meses antes a Castilla por el temor de que su hijastro y futuro rey, Pedro IV El Ceremonioso, se vengara de ella.