El Bearne, la región francesa fronteriza con Aragón, está llena de parajes y ciudades de especial atractivo. La mayor parte de los aragoneses que pasan la frontera para conocer esta zona del Sur de Francia suelen visitar el Valle de Aspe, y las ciudades de Oloron-Sainte-Marie y Pau. Pero más allá de estos puntos, esta amplia región francesa tiene múltiples rincones que merece la pena conocer.

Uno de esos rincones es Sauveterre-de-Béarn, una preciosa localidad que sorprende a cuantos la visiten por su arquitectura, por su historia y por el paraje natural en el que se haya enclavada. La parte más alta de la ciudad está colgada de un peñasco, dominando las aguas tumultuosas del gave de Oloron y unas vistas de impresión de la cordillera pirenaica

Sauveterre fue, desde su origen, un lugar seguro, en lugar de refugio que acoge y protege a la población al ponerla bajo la protección directa del vizconde de Bearne. En la Alta Edad Media fue paso habitual de los peregrinos que querían llegar a Santiago de Compostela a través de la ruta de Vézelay, uno de los cuatro ramales del Camino de Santiago en Francia.

La ciudad cogió gran importancia entre los siglos XIII y XIV, cuando bajo el gobierno de los vizcondes de Béarn, Gaston VII Moncade y Gaston Fébus, Sauveterre se situó entre las cuatro principales ciudades de la región. Esa bonanza continúo hasta que en el siglo XVI ataques de españoles y las guerras de religión que azotaron Francia acabaron, pese a sus imponentes murallas, con el papel estratégico de Sauveterre.

QUÉ VER EN SAUVETERRE-DE-BÉARN

El ayuntamiento es un antiguo palacio del siglo XVI / HA

Nada más llegar a Sauveterre, sorprende la belleza del conjunto urbano que espera a ser descubierto por el visitante. Esta localidad es manejable y amable, al estar rodeada de unos parajes naturales únicos y ser una extensión manejable en extensión. Para comenzar la visita, nada mejor que hacerlo en la plaza del Ayuntamiento, un edificio de estilo renacentista que fue propiedad de los marqueses de Nays, condes de Salette en el siglo XVI, y que fue comprado por el municipio en 1972.

Junto al ayuntamiento, y en una amplia explanada que se abre al gave de Oloron y que tiene como telón de fondo la cordillera pirenaica, se encuentra la iglesia de Saint-André. Construida a finales del siglo XII, en el templo fortificado se entremezclan distintos estilos arquitectónicos, desde el románico al gótico. Destacan especialmente la mole de su torre (antiguamente almenada) que domina el entorno, o el crismón invertido en el muro norte.

La iglesia fortificada de Saint-André / HA

Junto a la iglesia, nos encaminaremos mientras disfrutamos de las vistas a los Pirineos hacia la torre de Monréal. La torre fue construida en el siglo XIII, tiene 33 metros de altura, y debe su nombre a la familia que en el siglo XIX la compró para protegerla de la destrucción. En la fachada destacan las saeteras y los grandes ventanales que se abren hacia el sur. En su interior hay una maqueta de la ciudad y una exposición de la historia de Sauveterre en época medieval.

Junto a la torre hay unas escaleras que nos ayudarán a descender hasta la orilla del Gave de Oloron. Allí, un sendero que recorre la margen del río nos permitirá disfrutar de las vistas de la torre y de la iglesia, además de conducirnos hacia la ciudad medieval. Ese sendero nos llevará a atravesar por debajo de los arcos del Pont de la Légende hasta la isla de la Glère, una isla clasificada como zona natural sensible, con flora protegida.

El Pont de la Légende es un puente fortificado que formó parte de las defensas de la ciudad. Fue construido en el siglo XIII bajo el reinado de Gastón VII de Moncade, siendo restaurado en el siglo XIV. En su origen fue puente levadizo, y daba acceso a la isla de la Glère. En el siglo XVIII una violenta crecida del río, dejando la estructura que podemos ver en la actualidad: un arco y la puerta fortificada.

El puente debe su nombre a la leyenda de la reina Sancie. Según esta leyenda, en 1170 esta reina fue acusada de haber matado a su hijo recién nacido, por lo que fue sometida al juicio de Dios ante la presencia de 3.000 personas. Fue tirada al río desde este puente con las manos y los pies atados, y en lugar de hundirse, la soberana fue arrastrada por la corriente hacia la orilla. De esta manera, la reina Sancie fue declarada inocente.

A la entrada del puente, y de subida hacia la ciudad medieval, nos encontramos con el antiguo hospital de peregrinos, un lugar en el que en la actualidad hay habitaciones para huéspedes. Tras atravesar la puerta de Lester, hay que recorrer la calle Pléguignou hasta una casa fortificada y el antiguo artesanal, que se une a la puerta del Datter, que da salida a la ciudad hacia el oeste con su arco ojival. Allí cerca también quedan los restos de las viejas murallas de la ciudad. En la calle Léon Bérad podemos encontrar también los restos del palacio vizcondal, con su barbacana.