Situado en el corazón del Pirineo, el Valle de Gistaín, o Bal de Chistau, es uno de los valles más auténticos y vírgenes de la cordillera. El valle está rodeado de imponentes picos de 2.000 y 3.000 metros, bosques interminables y extensas praderas donde todavía pasta el ganado regados por el río Cinqueta.

Chistau tiene algo de mágico gracias a ese medio natural que envuelve el valle, con ibones con nombres tan misteriosos como el la Basa de la Mora, y también de esos pueblos únicos que han sabido conservar la arquitectura, pero también el sabor y la esencia del Pirineo, lejos del bullicio de los grandes centros turísticos de la cordillera.

QUÉ VER EN EL VALLE DE CHISTAU

El valle cuenta con parajes de gran valor / Bal de Chistau

Tras dejar la carretera que comunica Ainsa con Bielsa, Pineta y Francia, el primer pueblo del valle de Chistau con el que nos encontramos es Saravillo. Situado a 959 metros en las faldas de los macizos de Punta Llerga y Mobisón, y entre bosques de coníferas, este pueblo conserva la arquitectura popular del Pirineo.

Entre el caserío, destaca la iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Desde Saravillo hay una pista que conduce a uno de los parajes más impresionantes de toda la cordillera, el ibón de Plan o Basa de la Mora. Como consejo, no te pierdas los quesos artesanales que se elaboran en este pueblo.

Plan, cabecera del término municipal, es un encantador pueblo con un casco urbano repleto de ejemplos de arquitectura tradicional, como Casa Turmo, Casa Botigué (incluida en el catálogo de Castillos de Aragón), o la iglesia de San Estebab. También merece la pena visitar el viejo lavadero, situado en la parte alta del pueblo, camino hacia Gistaín.

El valle está rodeado de altas cumbres / HA

Serveto es el más pequeño de los pueblos del valle. Está situado a 1.306 metros de altitud, y el aislamiento natural de la localidad ha permitido conservar su ambiente y la tranquilidad. A visitar, la iglesia de San Félix, construida entre los siglos XVI y XVII.

A tan solo un par de kilómetros de Plan, la siguiente parada será San Juan de Plan. Este pueblo tiene edificios de piedra y tejados de pizarra, con sus chimeneas troncocónicas. En el conjunto, destaca su iglesia, un templo románico que fue ampliado durante el siglo XVI. Tampoco hay que perderse el Museo Etnológico, situado en la antigua abadía, o el Centro de Interpretación del Parque Natural Posets-Maladeta.

Gistaín, a 1.378 metros, es el pueblo más alto del valle. Entre el caserío de casas de piedra, destacan por su altura tres torres. La de la iglesia de San Vicente Mártir, la de Casa Rins y la de Casa Tardán. Estas dos casas eran rivales, y por eso ambas levantaron su propia torre. Además de una fuente situada a la entrada del pueblo que conserva inscripciones medievales, no hay que dejar de visitar dos de sus miradores, el de la Cruz de Puyadase y el de la Cruz del Grao, o el paisaje de prados y bordas “Granjas” de Biadós y Tabernés.

Además, Gistaín es el punto de partida para realizar excursiones de gran belleza por el entorno, como la ascensión al ibón de Urdiceto, sin olvidarnos de las rutas por el Parque Natural Posets Maladeta.