En las entrañas de los Pirineos, se encuentran misteriosas galerías que resguardan un legado de hielo congelado durante milenios. Con condiciones extremas de temperatura y agua que se convierte en hielo, estas formaciones kársticas han resistido el paso del tiempo, ofreciendo un espectáculo visual único.

Originadas por la lluvia y la fusión de la nieve superficial, estas cuevas heladas albergan auténticas maravillas, desde majestuosas masas de hielo abrazando la roca hasta estalactitas y estalagmitas esculpidas por siglos de evolución. Sin embargo, este tesoro natural se ve amenazado por el cambio climático, que ha elevado las temperaturas y puesto en riesgo su existencia.

Las cuevas heladas, concentradas especialmente en el Alto Aragón, como el macizo de Tres Serols o Monte Perdido, ofrecen una ventana única al pasado climático. Lamentablemente, expertos advierten que estas maravillas geológicas están en retroceso y podrían desaparecer en tan solo dos décadas.

La emblemática Cueva de Casteret, ubicada a 2.765 metros sobre el nivel del mar, destaca como la más alta del mundo. Sin embargo, las autoridades, preocupadas por la conservación de este espacio sensible, han restringido el acceso, permitiendo solo la entrada a científicos debidamente equipados.

Para aquellos aventureros dispuestos a explorar las inmediaciones, rutas de alta montaña como la Pradera de Ordesa ofrecen vistas impresionantes, aunque el acceso directo a la cueva está limitado. La travesía requiere habilidades de espeleología y un equipo adecuado.

A pesar de los desafíos, la Cueva de Casteret revela un mundo congelado en su interior, con un glaciar subterráneo y formaciones de hielo tan diversas como estalactitas, estalagmitas y una cascada apodada «el Niágara helado«. Estos tesoros geológicos, aunque inaccesibles para la mayoría, ofrecen valiosa información sobre el clima de los últimos 6.000 años.

El cambio climático no perdona ni a las maravillas ocultas en las entrañas de la tierra. La fusión de las capas externas de la cueva de Casteret es evidencia palpable de la amenaza que enfrentan estas cuevas heladas. Para quienes no puedan experimentarlas en persona, las imágenes capturadas por científicos en sus expediciones son testigos visuales de estas joyas naturales, recordándonos la importancia de preservar nuestro frágil patrimonio geológico.