¿Cómo saben los quesos de la prehistoria? Gracias a la iniciativa del Museo de Huesca y la colaboración de un quesero d’Estrabilla ya podemos saberlo. Se trata del queso ‘Antequesor’, creado a partir de una vasija de la Edad de Bronce encontrada en la excavación del Circulo Católico de Huesca en 2004 y datada aproximadamente en el año 1700 A.C.. Su restauradora, María José Arbués, pudo recomponer la pieza y comprobar que todavía conservaba restos de la elaboración y procesado del lácteo de ese momento en su interior. Por ello, se puso en contacto con y el fundador de Queso d’Estrabilla, Nacho Robredo, quien no dudó en ningún momento en intentar hacer el queso con la técnica lo más parecida posible a la Edad de Bronce.

Durante un año de investigación, Robredo experimentó con dos tipos de queso: uno de pasta dura y otro de coagulación láctica. Para el queso de pasta dura, la leche se moldeaba en la vasija utilizando un trapo de algodón que permitía la salida del suero. Este proceso, aunque complejo, no difería mucho de las técnicas modernas, aunque requería un control preciso de los parámetros de la leche.

«No ha habido excesivas complicaciones porque el método de elaboración del queso no ha cambiado tanto. Sigue siendo una tecnología que no ha evolucionado excesivamente, sí ha habido cambios en el control de los parámetros de la leche», explica Robredo. El otro queso, de coagulación láctica, implicaba acidificar la leche de manera espontánea a temperatura ambiente, un proceso que dura 24 horas.

Presentación del proyecto ‘Antequesor’ en el Museo de Huesca.

La restauradora, María José Arbués, fue la encargada de recuperar y restaurar la vasija original, y de convencer a Nacho para que se uniera al experimento. «Lo que he hecho ha sido una restauración y limpieza de fragmentos muy leve porque quería mantener la leche prehistórica que se encuentra todavía en sus poros», explica. En cuanto al queso elaborado por Nacho, confirma que «estaban buenos hasta los de prueba de ensayo-error», bromea.

También participó en el proyecto Míriam Cubas, investigadora de la Universidad de Alcalá de Henares, ayudando en la investigación del procesado de los productos lácteos en la Prehistoria.

PRÓXIMO QUESO CON SELLO OSCENSE

Las réplicas de las vasijas utilizadas tienen unos 10 centímetros de altura, produciendo quesos de aproximadamente 600 gramos. Han sido realizadas por un ceramista de Muel, y podrían ser los moldes para que «Antequesor» no se quede sólo en una mera anécdota.

Sin embargo, el uso de estas vasijas de barro presentan sus desafíos. «Es complicado trabajar con ellas tanto por cuestiones sanitarias como de practicidad, ya que son frágiles y pesadas», explica. Como solución, Robredo está evaluando la posibilidad de utilizar impresoras 3D para crear moldes en material alimentario que mantengan la higiene y la forma tradicional.

Nacho Robredo, ingeniero agrónomo de formación, ha dedicado gran parte de su vida profesional a proyectos de regadío. Sin embargo, su verdadera pasión siempre ha sido la elaboración de quesos. Tras finalizar sus estudios, Robredo realizó un curso de elaboración de quesos y, hace 11 años, se trasladó a Balsalda desde Madrid para retomar su sueño. Hace siete años dejó su trabajo anterior en Madrid para construir una quesería en su hogar y se dedicó por completo a perfeccionar su arte a través de varios cursos de elaboración.

La quesería de Robredo trabaja con leche de tres rebaños distintos: cabra, vaca y oveja. Aunque la distancia para obtener la leche es considerable, la calidad del producto final justifica el esfuerzo. En el caso del queso «prehistórico», se optó por la leche de cabra, siguiendo las investigaciones de la arqueóloga Miriam Cubas, quien señala que las primeras leches utilizadas para hacer queso en la Edad del Bronce eran de oveja y cabra.

MUSEO DE HUESCA, OTRO TESORO POR DESCUBRIR

El queso «Antequesor», elaborado de manera artesanal en réplicas de vasijas de la Edad del Bronce, ha vuelto a poner de relieve todos los tesoros que guarda el Museo de Huesca y que pueden pasar inadvertidas.

Y es que el propio edificio del Museo de Huesca es una joya arquitectónica. Su planta octogonal, que alberga ocho salas, es un magnífico ejemplo de la arquitectura barroca civil. Este edificio está adosado al histórico palacio de los Reyes de Aragón, que incluye la sala de la campana y la sala de Petronila del siglo XI, adornadas con capiteles policromados que narran la vida de Jesús.

Las salas de arqueología del museo proporcionan una visión detallada de la evolución histórica de la provincia de Huesca. La exposición se extiende desde la prehistoria hasta el mundo visigodo y romano. Una de las piezas más destacadas es una escultura romana del siglo IV que representa al dios Atis, procedente del yacimiento de Villa Fortunatus en Fraga.

En la capilla del museo, que alberga la sala cinco, se pueden admirar partes del retablo de Sijena y excepcionales obras del románico, gótico y renacimiento. Las salas seis, siete y ocho contienen algunos de los fondos del Museo del Prado. La sala ocho está dedicada al cuadro de la Campana y a una exposición de la colección egipcia en homenaje a Joaquín Ilizana, quien donó parte de su colección al museo. Además, el museo cuenta con un espacio dedicado a Ramón Acín, un reconocido artista y activista.

Y además, a partir de octubre, el Museo de Huesca formará parte del proyecto «Prado Extendido», que traerá el cuadro de la Inmaculada del Escorial de Murillo durante tres semanas, cediendo una obra a cada una de las comunidades participantes.