La serenidad de una poza secreta, escondida entre montañas y bosques, parece ser un recuerdo lejano en el Pirineo aragonés. Lamentablemente, muchos de estos lugares idílicos, que una vez ofrecieron un refugio de paz, han sido transformados en destinos turísticos masificados, con el atractivo añadido de lo que parece un parque de atracciones.

La popularidad mediática y el impacto de las redes sociales han convertido estos remansos de tranquilidad en puntos de aglomeración turística. Lo que antes era un escape pacífico en la naturaleza se ha convertido en una zona de gran afluencia, donde el respeto por el entorno natural a menudo queda en segundo plano.

Las pozas más emblemáticas de Aragón, como la poza de Torla en el río Ara, la cascada de Orós Bajo y las Pozas de Belsué, han sufrido una transformación dramática. La acumulación de basura, el estacionamiento ilegal de vehículos, las tiendas de campaña en el cauce de los ríos y el ruido constante de altavoces han sustituido a la calma que una vez imperaba.

Estos espacios, que antes eran considerados auténticos paraísos naturales, ahora se enfrentan a una crisis de conservación. La preservación del medio ambiente parece haber pasado a un segundo plano, dejando a estos rincones como meros escenarios de entretenimiento.

La situación se ha agravado con la reciente promoción de una agencia de viajes en Barcelona, que está organizando excursiones a las pozas del Pirineo aragonés. Este aumento en la llegada de visitantes ha generado una gran preocupación entre los alcaldes y residentes de la región, que temen que la saturación de turistas se descontrole, como ya ha ocurrido en otras áreas de la provincia de Huesca.

El alcalde de Puértolas, en la comarca de Sobrarbe, está particularmente inquieto. La reciente publicidad de excursiones a las pozas del río Bellós ha elevado el nivel de preocupación, dado que estos parajes ya reciben un alto número de visitantes durante el verano. La agencia de viajes ha anunciado que autobuses partirán desde Hospitalet y Barcelona los días 3 y 11 de agosto, con un coste de 36,99 euros por persona. Sin embargo, la capacidad de las zonas de aparcamiento cerca de la carretera es insuficiente para manejar la llegada masiva de turistas en autobús.

Los municipios de la zona temen una repetición de lo sucedido en el salto de Bierge, en el río Alcanadre, donde la sobrecarga de visitantes llevó a la imposición de un límite de bañistas y al cobro de entradas para controlar el acceso. La creciente afluencia de turistas sin un control adecuado podría resultar en una crisis similar, desfigurando aún más la belleza natural que una vez definió a estos lugares.