Un paseo por la calle Alfonso I de Zaragoza basta para ver cómo ha cambiado el tejido comercial de esta céntrica vía de la capital aragonesa desde hace unos años. De ser una calle con comercios de toda la vida, ha pasado a ser una calle tomada por las franquicias, atraídas por el flujo de zaragozanos y de turistas que transitan camino de la basílica del Pilar.

Pero ese cambio, que se enmarca dentro de los cambios comerciales a nivel mundial y del que es prácticamente imposible escapar, no afecta solo al carácter de los negocios que hay en esta y en otras muchas calles del casco histórico de la ciudad, dentro de la ley de la oferta y la demanda.

También afecta a la estética. Y ahí, para amplios sectores sociales, sí que hay posibilidad de actuar. Basta dar un paseo por la calle Alfonso para ver el popurrí de rótulos en colores como el verde, el azul o el naranja, que rompen con la armonía de una de las calles que debería gozar de protección patrimonial para conservar su ambiente y por estar junto a algunos de los más destacados monumentos de la ciudad.

Este tipo de carteles, con sus colores chillones, alteran visualmente la estética del entorno, provocando un impacto visual negativo que muchos expertos en urbanismo califican de agente contaminante visual.

UN PROBLEMA QUE AFECTA A TODO EL PAÍS

Los colores llamativos destacan en algunos de los locales de esta calle / HA

El problema no afecta solo a Zaragoza. Muchas ciudades europeas se han tenido que poner manos a la obra para conservar el ambiente de sus centros históricos y evitar que parecieran pasillos de un centro comercial donde cada uno instala la fachada que desea. En España, el problema es especialmente grave, dado el feísmo que domina el urbanismo español desde hace décadas.

Aún así, son numerosas las ciudades que han decidido ponerse a trabajar para embellecer sus cascos históricos y acabar con esos letreros discordantes. En Sevilla, el Ayuntamiento ha establecido una normativa para poner fin a la disparidad de criterios a la hora de instalar un rótulo o un cajero automático. Las normas dictadas por el área de Urbanismo de la capital andaluza, están recogidas en un libro de estilo municipal que describe cómo debe ser la tipografía, el color y el tamaño de los vinilos situados en el caco histórico de la ciudad. En mayo de este año, el ayuntamiento de Sevilla inició expediente contra 66 negocios de tres calles situadas en el entorno de la catedral para que aplicaran la ordenanza aprobada en 2022 y unificaran el estilo para ser acordes con el lugar en el que están situados.

En Madrid también se repiten esas situaciones. Especialmente llamativa, a causa de las protestas vecinales, fueron las aperturas de varias tiendas de una conocida cadena de colchonerías en enero pasado, con fachadas de llamativos colores en los bajos de edificios protegidos. La reacción ciudadana y la presión en redes llevaron al Ayuntamiento de la capital española a actuar, obligando a la cadena a devolver los colores originales de los edificios situados en Bravo Murillo y Santa Engracia.

EL CASO DE ZARAGOZA

Pero… ¿Qué sucede en Zaragoza? ¿Hay normativa al respecto, o aunque la hay, muchos negocios pasan de ella ante la falta de control municipal y autonómico? En principio, y más allá del gusto de cada empresa, la estética de los locales comerciales del Casco Histórico está regulada por la normativa autonómica de protección del patrimonio y por ordenanzas municipales, además de estar recogida en el Plan General de Ordenación Urbana.

De hecho, las autoridades ha actuado en distintas ocasiones, como cuando en 2022 se obligó a una cadena de frutos secos a cambiar el llamativo color de su fachada por un gris más discreto, tras el requerimiento de Patrimonio del Gobierno de Aragón por estar en el entorno de un Bien de Interés Cultural (BIC). El Ayuntamiento también fue especialmente escrupuloso para conservar la estructura del antiguo Cine Elíseos, tras su polémica reconversión en un McDonald’s.

Aún así, y pese a estas actuaciones, lo cierto es que «la normativa es bastante laxa y flexible, ya que no unifica criterios ni hay una normativa específica como existe en otras ciudades europeas», han explicado a este periódico fuentes municipales. Esas mismas fuentes señalan que «son muchas las décadas de inercia en el tema de los letreros comerciales, siendo complicado revertir la situación en calles como Alfonso I».

El artículo 6,3, de la Ordenanza Municipal Reguladora de Instalaciones y Actividades Publicitarias publicada en la web del ayuntamiento en 2014, advierte que «Tratándose de rótulos su colocación en los emplazamientos contenidos en la zona B (ciudad histórica) se desarrollará en los límites del espacio interior de los huecos de la planta baja, dejando libre, y sin superposición de otros materiales que los propios del conjunto de la fachada, las jambas entre los mismos, y los dinteles o arcos. Encima del paramento de estas jambas, dinteles o arcos se podrán colocar solamente discretos rótulos de letras sueltas, en hierro forjado, bronce u otro material de calidad y en ningún caso en plástico y similares.»

Posteriormente, en 2019, y con el apoyo de todos los grupos municipales, se realizó una modificación aislada del Plan General que salió adelante con el apoyo de todos los grupos municipales con el fin de unificar la estética en el casco histórico. En el Plan General, en el artículo 3.2.14 relativo a rótulos, anuncios y carteleras en edificios catalogados, o situados en conjuntos protegidos y entornos de bienes de interés cultural, señala que sólo se admitirán rótulos de identificación si cumplen con prerrogativas como instalarlos en el interior de los huecos de la fachada del local e integrados en su carpintería, siempre que no afecten a más del 30% de la superficie del hueco, que no distorsionen su imagen unitaria, o que no tengan fondo, o que lo tengan transparente.

Además, pueden instalarse «sobre la parte maciza de la planta baja, siempre que no alteren la unidad visual del conjunto ni oculten sus elementos compositivos, mediante letras y signos sueltos realizados con materiales nobles, carentes de iluminación directa y comprendidos entre líneas verticales formadas por la prolongación de las jambas de los huecos».

Una cadena, con el logotipo adaptado, en el centro de Toulouse / Google

En el artículo 4,5,3 del Plan, relativo a la calle Alfonso I, se señala que «para la autorización de obras o actividades en locales comerciales se exigirá su adecuación a las características ambientales de la calle. Para ello, podrá recuperarse el tratamiento original del local o, si esto no fuera posible, proponer otro que respete la integración compositiva, ornamental y cromática en la fachada, manteniendo la debida relación con el entresuelo y la coherencia con la disposición de huecos en el resto del edificio, y disponiendo los rótulos de acuerdo con lo prescrito en el artículo citado.

Según fuentes municipales, «en los edificios incluidos en la zona delimitada B, para la colocación de este tipo de identificación será necesaria la aprobación de un proyecto que contemple su incidencia en el conjunto de la fachada, teniendo en cuenta las características de los rótulos permitidos ya existentes«. Y en base a esta coletilla, la actual normativa es un coladero, gracias a todos los rótulos aprobados e instalados anteriormente.

La falta de una normativa específica, y la laxitud a la hora de aplicar la escasa legislación al respecto, junto al escaso celo mostrado desde hace décadas a la hora de mantener la armonía en las zonas históricas de la ciudad, explica esa disparidad de rótulos, tipografías, materiales y colores chillones de algunos de los locales de la vía. Los casos de los letreros y fachadas más llamativas contrastan con la estética de locales de toda la vida, como Bellostas o La Parisién.

O con locales más modernos, o que ha realizado reformas, pero que que sí que han apostado por integrarse en la calle con letreros más discretos, como es el caso del renovado 1885 Café, situado en la antigua joyería Aladrén, del Real, en la esquina de Alfonso I con la plaza del Pilar, o con tiendas más modernas, como Aloi, en la esquina de la calle Alfonso I con Manifestación, o Natura, con su nombre sencillamente colgado en la puerta.