Todo comenzó en agosto de 2023. Una mujer de 43 años se presentaba en dependencias de la Policía Nacional para denunciar que estaba siendo víctima de un presunto acoso por parte de un vecino del mismo inmueble.

Explicó a los agentes que es soltera, vive sola en su domicilio y es profesora de educación primaria. Dio detalles del día a día que estaba presuntamente sufriendo por parte de C.D.T., un acoso casi diario.

Dijo a la policía que el presunto acosador podría tener problemas mentales y que comenzó a acosarla el verano pasado. «Este vecino tiene su terraza inmediatamente a continuación de la mía y compartimos tabique de dos habitaciones», relató e Comisaría.

Al parecer comenzó a llamarla al timbre, a pedirle que saliera con él a tomar algo, y a decirle que estaba completamente enamorado de ella. Durante el día y también la noche, cuando volvía a casa, se lo encontraba continuamente en las zonas comunes del inmueble.

Le llegó a decir que estaba atento a los ruidos que provenían de su habitación para comprobar si estaba sola o con alguien más en su dormitorio. «Todas estas situaciones se fueron intensificando hasta que empecé a sentirme muy angustiada y a tener miedo», declaró.

El acoso al que decía estar sometida hizo que cambiara las rutinas y horarios de entrada y salida de su vivienda. Incluso dejó de vivir en su domicilio durante unas semanas para intentar controlar el miedo que la situación le había originado y olvidarse por un tiempo de este asunto.

Llegó a presentar un informe médico derivada a Salud Mental por su Médico de Atención Primaria por presentar un cuadro adaptativo mixto ansioso depresivo. Valorada por Psiquiatría, se pautó tratamiento farmacológico y psicológico. Poco a poco se fue recuperando, aunque, según el facultativo médico, aún mantiene sensación de estar alerta y tiene miedo.

Tras la denuncia bloqueó las ventanas de su terraza para no ser vista y tener más intimidad. El juez, tras el juicio, dictó una orden de alejamiento por la cual el acusado no podía comunicarse por cualquier medio directo o indirecto, así como de aproximarse a ella a una distancia mínima de 100 metros y para los accesos a sus respectivos domicilios.

Especificaba que le estaba terminantemente prohibido cualquier tipo de contacto y se le apercibía de que incurriría en delito de quebrantamiento en caso de que lo incumpliera. Desde entonces, el acusado no ha vuelto a cruzarse con la víctima y debe entrar por otra puerta al inmueble.

«CUIDADÍN, CUIDADÍN»

La mujer retomó sin problemas sus actividades y rutinas habituales, hasta el pasado mes de junio. Concretamente el seis de junio, el acusado, según información judicial,  al observar que su vecina estaba en la acera de enfrente, la miró y, antes de acceder a su portal, le manifestó que tuviera cuidado.

Tras estos hechos, la denunciante optó por irse del domicilio de su propiedad y no regresar hasta bien entrada la tarde. Una vez regresó a su casa, escuchó, al ser domicilio colindante a la del acusado, gritos del acusado, que no entendía pero que iban dirigidos a ella.

Según explicó al juez y ante el temor al acusado, la mujer optó por llamar a una amiga para que acudiera a su casa, momento en el que el acusado, al escucharlas hablar, empezó a dar golpes a la pared gritando “Parar de f., guarra, dejar tranquilos a los niños».

Finalmente, la mujer, al no tener seguridad de que fuese de nuevo a incumplir una nueva orden de alejamiento impuesta por el juez tras este nuevo episodio de acoso, la víctima ha optado por vender su piso e irse de la que había sido su vivienda en los últimos años.