Con la llegada de septiembre, el inicio del nuevo curso escolar despierta tanto ilusión como nerviosismo en muchos niños, aunque también puede generar preocupación y estrés, tanto en ellos como en sus familias.

Esta fase de transición, que pone fin al período vacacional y trae consigo el retorno a las actividades escolares y laborales, suele desencadenar una variedad de emociones que no siempre se gestionan de manera adecuada.

Tanto los más jóvenes como los adultos comparten inquietudes relacionadas con el desempeño académico, la dificultad para hacer nuevos amigos, la presión social o la necesidad de adaptarse a un entorno diferente. Por su parte, los padres también se enfrentan al desafío de acompañar a sus hijos mientras atraviesan estos sentimientos, aunque existen estrategias útiles para afrontar estas preocupaciones de manera efectiva.

De acuerdo con especialistas en salud mental infantil, la ansiedad que experimentan los niños y adolescentes ante el regreso a clases puede originarse en la sensación de falta de control sobre los cambios que ocurren en su entorno. En los más pequeños, las preocupaciones suelen centrarse en la separación de sus padres y el temor ante lo desconocido, mientras que los adolescentes enfrentan presiones más complejas, como las expectativas académicas o las dinámicas sociales.

DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Un método eficaz para ayudar a los niños a enfrentar la ansiedad relacionada con la vuelta a la rutina es a través de relatos de ficción. Estos relatos pueden enseñarles a identificar y tomar conciencia de sus emociones, a expresarlas de manera adecuada y a descubrir formas saludables de gestionarlas. Además, permiten inculcarles la importancia de mantener una actitud positiva y atenta, así como la utilidad de hacer una pausa para respirar profundamente antes de tomar decisiones.

Hablar abiertamente sobre los miedos y preocupaciones puede ser una excelente manera de disminuir el estrés y la ansiedad. Es fundamental crear un ambiente de confianza en el que niños y adolescentes se sientan seguros para expresar lo que les inquieta. Asimismo, establecer una rutina diaria con antelación, semanas antes del inicio de clases, puede facilitar la transición, evitando que el cambio sea abrupto. Un esquema predecible y ordenado les ofrece estabilidad y calma, lo que resulta muy útil para manejar los nervios.

Tanto padres como educadores deben ser capaces de detectar signos de ansiedad en los menores y contar con herramientas para proporcionar el apoyo adecuado. Estas estrategias deben basarse en la autoconciencia, el autocuidado, el desarrollo de habilidades emocionales y una actitud relajada y comprensiva. Dedicar tiempo a practicar estos recursos, así como asegurarse de que los niños descansen lo suficiente y manejar expectativas realistas para el retorno a la escuela, puede ser clave para mejorar el bienestar de toda la familia.