El emperador Augusto observa el transcurrir cotidiano de la capital aragonesa desde su pedestal, situado junto al Mercado Central, y entre los restos de las murallas de Caesaragusta, la colonia romana que fue fundada durante su mandato siguiendo los ritos tradicionales romanos. Pero más allá de saber que ciudades como Zaragoza o Mérida fueron fundadas por él, poco más sabemos del que fue una de las grandes figuras de la antigüedad clásica.

No en vano, Augusto fue el primer emperador de Roma, y en los 40 años que duró su gobierno, puso las bases para que Roma se convirtiera en la potencia que todos recordamos. Cayo Octavio nació en año 63 a.C. en Roma, en el seno de una de las grandes familias de la época. Su tío abuelo, fue el propio Julio César, y de hecho, se encargó de vengar su muerte. Tras convertirse en heredero de César al ser asesinado, (Julio César los adoptó en su testamento y lo convirtió en hijo suyo y beneficiario principal de su fortuna), se unió a Marco Antonio y Lépido para formar una dictadura militar, el segundo triunvirato.

Entre sus gestas, Augusto con su ejército luchó contra Marco Antonio (miembro del triunvirato) y la mítica Cleopatra, en la batalla de Accio, poniendo fin a la guerra civil. Con su victoria, Augusto comenzó una brillante carrera que le permitió gobernar Roma durante 40 años, impulsando el Imperio, y estableciendo la Pax Romana, un periodo en el que la paz reinó dentro de los límites imperiales, tras años de guerras y conflictos.

Tras la victoria, Augusto volvió a Roma con el título de princeps, o lo que es lo mismo, primer ciudadano. Y desde ese momento, Augusto comenzó con un intenso proceso de Roma que buscaba mejorar el funcionamiento del Imperio, y acabar con la corrupción y los problemas que la Roma republicana acarreaba desde hacía décadas. Llegó a presumir de ser el liberador del Estado oprimido por el poder de una facción.

Entre sus medidas, además de controlar el Senado gracias al poder de sus legiones, Augusto dividió el Imperio en provincias, gobernadas por personas de su confianza, y reformó el ejército y mejoró la seguridad, creando cuerpos como la guardia pretoriana, encargada de velar por la seguridad del emperador y de su familia. Acabó con la República, conservando sus instituciones. De ser un cruel señor de la guerra, pasó a ser un estadista con sentido de estado. Para reforzar su poder, inundó el Imperio con su imagen, mostrando un joven perfecto. Estatuas de mármol en plazas y templos, su cara en monedas… Augusto se volvió omnipresente en todos los territorios romanos. Sus proezas y su buen gobierno también fueron plasmados en textos gracias a los escritos de autores como Virgilio y Horacio, protegidos por Augusto.

Durante su mandato, y aprovechando la paz que reinaba en el Imperio, cambió el urbanismo de Roma, y se construyeron nuevas colonias, como Caesaragusta, además de levantar templos, acueductos y edificios públicos, o carreteras, a lo largo y ancho del Imperio para potenciar la vida urbana y la romanidad de todos los territorios. También construyó teatros y anfiteatros para entretener a la plebe. En el ámbito social, llegó a regular la vida sexual de las clases acomodadas romanas, sancionando a las familias que no tenían suficientes hijos.

Octavio Augusto murió en el año 14 d.C. a los 75 años Y tras su fallecimiento, el Senado lo divinizó, entrando a formar parte del panteón de dioses romano. Y sus nombres, ‘César’, y ‘Augusto’, fueron adoptados por los emperadores posteriores. También un mes, ‘Agosto’, fue bautizado en su honor.