En el subsuelo de Zaragoza todavía pueden encontrarse restos que muestran el esplendor de la ciudad romana. El Foro, el teatro, las termas o las murallas son algunos de los elementos que nos permiten imaginar cómo era esa colonia romana que fue fundada a orillas del Ebro en el 15 a.C, en el lugar donde existía la ciudad ibero-sedetana de Salduie.

La nueva colonia recibió el nombre de Caesaraugusta, siendo la única ciudad romana que tuvo el privilegio de llevar el nombre completo del emperador que la fundó. En su fundación participaron soldados veteranos de las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina, licenciados tras las campañas contra los cántabros.

La ciudad fue fundada siguiendo el rito tradicional romano que se utilizaba para crear cualquier ciudad ex novo en las provincias del Imperio. Esta ceremonia, que entroncaba con la tradición etrusca, fue utilizada según la tradición por Rómulo para crear la propia Roma.

El ritual comenzaba cuando un augur, un sacerdote, consultaba los presagios para comprobar que el lugar elegido para fundar la nueva ciudad contaba con el beneplácito de los dioses. A continuación, en el punto central del espacio seleccionado, se abría una fosa circular con ofrendas y tierra traída de los lugares de procedencia de los fundadores. Dicha fosa se cerraba con una piedra cuadrada en torno a la cual se ubicaban los estandartes militares de las legiones de las que provenían los veteranos.

El Foro concentraba los principales edificios de la colonia / Vértice – Ayto. Zaragoza

A continuación, se procedía a delimitar el perímetro de la nueva colonia. En el caso de Caesaraugusta, tendrían 44 hectáreas. Esa delimitación se realizaba utilizando un arado de bronce tirado por una yunta de dos bueyes blancos, guiados por el sacerdote. La reja del arado marcaba la línea donde debían construirse las murallas. En torno a la fosa circular con ofrendas se comenzaba a planificar la urbanización de la ciudad.

Siguiendo el esquema de las ciudades romanas, se trazaron las dos arterias que articularían la nueva ciudad: el cardus maximus recorría la ciudad de norte a sur, en un recorrido similar al de la actual calle Jaime I. Por su parte, el decumanus Maximus, seguía el eje este-oeste, en torno a las actuales calle Mayor y Espoz y Mina.

Desde ese momento, la ciudad comenzó a crecer rápidamente al convertirse en un importante centro comercial al ser un cruce de caminos y cabeza de puente. El propio Ebro fue una importante vía de comunicación entre el Mediterráneo y el interior peninsular. Además, fue fundada como Colonia Inmune, lo que supuso la exención de impuestos y el privilegio de fabricar moneda.

Se levantaron murallas con más de un centenar de torreones, se construyeron foros, templos, un teatro, un anfiteatro, baños públicos y una completa red de tuberías y cloacas para sanear y conducir el agua. También se construyó un puerto fluvial a orillas del Ebro, muy cerca del Foro, para permitir la entrada y salida de mercancías con destino a la costa mediterránea. Y se alcanzaron los 20.000 habitantes en su época de mayor esplendor.