En el corazón de los Pirineos, se alza majestuoso Alquézar, un pueblo que hace apenas cuatro décadas se tambaleaba al borde del olvido, pero que hoy resurge como un destino turístico próspero y vibrante. Situada en la provincia de Huesca, esta joya medieval se erige sobre un cerro, bajo la atenta mirada de la imponente Colegiata de Santa María la Mayor. Sin embargo, su renacimiento no se debe solo a su rica historia, sino también a la belleza natural que la rodea y a una ruta que ha cautivado a miles de visitantes: la ruta de las pasarelas.

EL ORIGEN DE ALQUÉZAR

El recorrido comienza en la plaza principal de Alquézar, donde los turistas se congregan, algunos ataviados con trajes de baño, ansiosos por emprender uno de los descensos de cañones más populares y asequibles de la región. Otros, en cambio, se dirigen hacia las alturas, hacia esa senda elevada que se extiende sobre el río Vero, atrayendo a más de 120.000 personas cada año.

El nombre de Alquézar, de raíces árabes, evoca su pasado como fortaleza estratégica en la época medieval. Recorrer sus calles empedradas es adentrarse en un viaje en el tiempo, donde las huellas de civilizaciones pasadas se entrelazan con la vida moderna. Desde 1982, Alquézar ostenta el título de conjunto histórico-artístico, un reconocimiento que resalta su valor patrimonial.

LA RUTA DE LAS PASARELAS: UN VIAJE INOLVIDABLE

Pero el verdadero encanto de Alquézar se despliega en la ruta de las pasarelas, dividida en tres tramos que ofrecen al visitante una experiencia inolvidable. El primero desciende desde el pueblo hasta el río, serpenteando entre covachos y una exuberante vegetación que revela la riqueza natural de la zona. El segundo tramo introduce a los caminantes en las pasarelas metálicas, sustituyendo a la antigua estructura de hormigón y ofreciendo vistas impresionantes del cañón del Vero. El tercer tramo, inaugurado en 2015, eleva las pasarelas entre cinco y veinte metros sobre el cauce del río, brindando una perspectiva única de este paisaje de ensueño.

El cañón del Vero, tallado durante millones de años por la fuerza del agua y la erosión, se extiende a lo largo de nueve kilómetros, ofreciendo un espectáculo natural que deja sin aliento. Este tesoro geológico, con sus galerías, cuevas y cañones, es un paraíso para los amantes del barranquismo, atrayendo a visitantes de todas partes del mundo.

EL IMPACTO DEL TURISMO SOSTENIBLE

Al final del recorrido, un mirador ofrece una vista panorámica de Alquézar, destacando su encanto ocre y su arquitectura medieval. Sin embargo, el viaje no termina aquí. Aún queda un ascenso de veinte minutos por una pista de tierra hasta el pueblo, completando así una experiencia inolvidable que fusiona historia, naturaleza y aventura.

Alquézar, con su ruta de las pasarelas, se erige como un ejemplo de cómo el turismo sostenible puede transformar comunidades, preservando su patrimonio cultural y natural mientras impulsa su desarrollo económico. Con sesenta y seis empresas dedicadas al turismo sostenible, Alquézar demuestra que un equilibrio entre la conservación y el progreso es posible, ofreciendo a los viajeros una ventana a un mundo de belleza y autenticidad.

Alquézar y su ruta de las pasarelas representan un destino único que combina historia, naturaleza y aventura. Su capacidad para reinventarse y adaptarse al turismo sostenible lo convierte en un modelo a seguir para otras comunidades. Con cada paso sobre las pasarelas y cada rincón explorado de su entorno, los visitantes descubren la magia de este pueblo medieval y contribuyen a su floreciente futuro.