Escondido en un pequeño callejón entre la plaza de Santa Marta y la calle Don Jaime, Los Victorinos es un pequeño templo del tapeo en mayúsculas que fue fundado en 1969, siendo parada obligatoria para cuantos aman el buen comer desde hace varias generaciones.

Con un nombre como Los Victorinos, la decoración solo podía girar en mundo al toro. Con la madera como protagonista, las paredes nos recuerdan a la tradición taurina de la ciudad. Para empezar, llama la atención de las cabezas de toros que vigilan a los clientes. Esos toros son de la ganadería de Victorino Martín, y fueron lidiados en el coso de la Misericordia de Zaragoza a finales de los años 70.

Junto a las cabeza de toros destacan los carteles antiguos de las fiestas del Pilar; carteles de finales del siglo XIX y principios del XX que son auténticas joyas y que podrían estar en cualquier anticuario. En las paredes también hay carteles de ferias y corridas de época, y fotos en las que hay rostros famosos.

Entre ellos, destacan caras como la de la mítica actriz estadounidense Ava Gadner durante una corrida en la plaza de toros de Zaragoza en la que toreaba Luis Miguel Dominguín. Raúl, el fundador de Los Victorinos, era un apasionado del mundo del toro. Y eso lo plasmó en la atmósfera de aquel negocio que comenzaba a andar.

QUÉ COMER EN LOS VICTORINOS

Las croquetas de cocido son un clásico en Los Victorinos / Cris Poveda

Si la decoración ambientada en el mundo del toreo te ha sorprendido, la barra de Los Victorinos te dejará con la boca abierta. Sobre todo, si vas a primera hora cuando la barra está repleta de tapas elaboradas con producto de primera calidad y que te hará dudar sobre qué tapas vas a elegir.

Entre sus tapas estrellas, destaca la Tapa de la casa. Esta creación fue primer premio del Concurso de Tapas de Zaragoza en 1996, y está elaborada con boletus edulis rellenos de foie con jamón y salsa al oporto. Su huevo escalfado con trufa blanca del Piamonte es una auténtico escándalo, ideal para mojar pan y dejarse llevar por la explosión de sabor que supone en la boca.

También es imprescindible la Tapa Mudéjar (una especie de rollito de cordero especiado con ciruela confitada), las croquetas como la de brandada de bacalao o la de cocido (para mí, aquí tienen la mejor, o al menos, una de las mejores croquetas de cocido que he probado jamás). Tampoco hay que perderse las Migas aragonesas, los muslitos de codorniz o las carrilleras al vino tinto.

Como consejo, conviene ir pronto. El local no es muy grande y pese a estar casi oculto en el número 6 de la calle José de la Hera, suele llenarse en seguida de zaragozanos y visitantes que buscan tapas ricas, auténticas y a un precio razonable.