Valderrobres, la Iglesuela del Cid, Albarracín, Beceite… la provincia de Teruel está repleta de pueblos únicos por los que merece la pena perderse para reconectar con la paz, la calma y el buen comer. Hoy, fijamos nuestro foco en Mora de Rubielos. Un precioso pueblo de la comarca de Gúdar-Javalambre de calle repletas de viejas casonas señoriales con espectaculares aleros, dominado por la imponente mole del castillo de Mora.

Este pequeño pueblo se acomoda en una zona fronteriza. Y eso, marca el carácter, el urbanismo y la arquitectura de una villa que se incorporó al Reino de Aragón de forma definitiva a finales del siglo XII, tras permanecer dos décadas en disputa con el califato almohade. Pero con la incorporación de Mora a los dominios de los reyes de Aragón, y con el alejamiento de la frontera tras la conquista de Valencia por parte de Jaime I (en la que por cierto, participaron una buen cantidad de habitantes de Mora, a los que se les recompensó con tierras en el nuevo reino), la paz tampoco llegó a esta parte de la provincia de Teruel.

En el siglo XIV, Aragón y Castilla se vieron enfrentadas en la Guerra de los Dos Pedros, siendo Mora ocupada por las tropas castellanas en 1363. Al año siguiente, con la ayuda de los habitantes de la villa, los aragoneses recuperaron de nuevo la plaza. También destacan las batallas entre liberales y las tropas del general Cabrera en las Guerras Carlistas, además del sitio durante la Guerra Civil española por parte de las tropas franquistas, y las posteriores escaramuzas de los maquis por la zona.

Esa historia plagada de batallas, sitios y amenazas explica en buena manera que la villa de Mora estuviera tan fortificada. En su entramado urbano destacan especialmente dos edificios: el castillo, y la excolegiata. Por su parte el castillo, de sólidos muros, fue propiedad de una de las familias más poderosas del reino de Aragón: los Fernández de Heredia. Pese a que a esta familia no se le ha dado la importancia que tuvo en la historia de Aragón, lo cierto es que atesoraron una de las mayores fortunas de la época, siendo además mecenas que pagaron obras artísticas y permitieron recuperar clásicos de la Antigüedad. Gonzalo Fernández de Heredia llegó a ser presidente de la Generalitat de Cataluña entre 1504 y 1606. 

El patio gótico del castillo desvela que además de tener función defensiva, también tuvo uso residencial / Hoy Aragón

La referencia más antigua al castillo de Mora data de 1198, año en el que Pedro I de Aragón lo entrega a Pedro Ladrón para su defensa. Esa fortaleza original era más reducida que la que podemos ver en la actualidad. Tras la Guerra de los Dos Pedros, el señorío de Mora pasó a manos de los Fernández de Heredia, momento en el que se levantó el actual castillo. El castillo, de gruesos muros pensados para soportar los disparos de artillería, está estructurado en torno a un patio central porticado que demuestra que la construcción combina la vertiente militar y defensiva, con la residencial y palaciega.

A la sombra del castillo se levanta la excolegiata de Santa María, en torno a una preciosa y animada plaza gracias a las terrazas que la pueblan. El templo tiene unas dimensiones imponentes, con el gótico como estilo predominante, pudiendo presumir de tener la segunda nave gótica más ancha de España, y 19 metros de altura. La primera, es la de Girona. En el templo destaca su característica torre almenada, el claustro, o la cripta.

La excolegiata de Mora tiene la segunda bóveda gótica más ancha de España / Hoy Aragón

Una vez visitados el castillo y la excolegiata, es el momento de perderse por las estrechas calles de esta villa, enmarcadas por los aleros de sus edificios, y en especial, de sus casas palaciegas. Podemos visitar el antiguo mercado de la villa, reconvertido en oficina de turismo, el convento de las franciscanas, o el ayuntamiento de Mora, levantado en el siglo XVIII en la plaza de la Villa. El puente de piedra, y las ermitas Loreto o Santa Lucía, la de San Roque y la de la Soledad son otros puntos de interés.

Tampoco podemos dejar de visitar los portales que se abrían en las murallas, como el Portal Nuevo, el Portal de Rubielos, el de Cabra y el de los Olmos o Portal de Alcalá, o uno de los lienzos que quedan de la muralla que protegió el pueblo. Este lienzo, conocido como las Torres, se levanta en un alto. Y desde allí, se pueden divisar unas increíbles vistas del pueblo, además de los campos y sierras que lo circundan.

Como consejo, las vistas al atardecer, con la silueta del castillo, es impresionante. Para bajar, podemos recorrer el zigzagueante calvario, que nos devuelve de nuevo a las calles de este pueblo, en el que nació el exministro de Justicia e Interior, y también exalcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch. Un político que por cierto, tiene dedicada una de las calles más céntricas e importantes de la villa.

Dónde comer en Mora de Rubielos

Pata de pulpo a la brasa sobre parmentier de patata Trufada / La Trufa Negra

Mora, con algo más de 1.500 habitantes censados, tiene una amplia oferta de bares y restaurantes que se expanden por toda la villa. Entre ellos, destaca Melanosporum, el restaurante del hotel La Trufa Negra (Av. Ibáñez Martín, 10). En esta dirección se fusiona la innovación con la tradición con la trufa como ingrediente estrella. Hay una carta con especialidades imprescindibles como los Huevos rotos Trufados con jamón, sobre patata panadera, o un menú degustación en el que todas las referencias se elaboran con trufa negra. Desde brandada de bacalao con Trufa Negra, huevas de Trucha, pan soplao y Aceite de Trufa Negra a raviolis rellenos de Ternasco de Aragón y setas con salsa de Trufa Negra, pasando por el Solomillo de ciervo con salsa Perigord sobre parmentier de Trufa Negra o la Mini torrija con helado de vainilla Trufada, entre otras propuestas.

Migas con naranja, uno de los platos estrella de El Trébol de Mora / Hoy Aragón

El Trébol de Mora, situado muy cerca de la excolegiata (C. Diputación, 4), un restaurante de cocina típica aragonesa, con especialidades como las migas con naranja, o las chuletas de Ternasco. El fin de semana disponen de un interesante y variado menú.

Tampoco puedes dejar de visitar Fuenjamón (C. Juan Alberto Belloch, 1), un bar de toda la vida perfecto para probar una tapa de Jamón de Teruel, ya que su dueño es propietario de un secadero de jamones. Y si buscas tapeo, apunta: El Hongo, y Cañaseca, dos locales contiguos situados en el número 3 de la calle Agustín Planas.