El Sargento Primero de la Guardia Civil, Antonio Octavio, se encontraba realizando, junto con sus compañeros, controles aleatorios a transportes de mercancias y pasajeros en el área de servicio de ‘Rausan’, en el término municipal de Alfajarín.

«Llegó un autobús y de él bajaron niños y mujeres. Es algo que nos pareció un tanto extraño», explica Octavio. Una de estas mujeres se le acercó para pedirle si podía ir al baño con sus hijos. «Le dije que tenía unos servicios cerca, y no tendría que consumir nada en el bar para usarlos. En ese momento casi todas las mujeres entraron a los urinarios», recuerda este Sargento Primero. 

Los agentes preguntaron a los dos conductores del autobús, que les confirmaron que llevaban dos días y medio viajando. Salían de la frontera polaca con Ucrania y esas mujeres y niños huían de la guerra. Una iglesia ortodoxa de Huelva había fletado el autobús de sesenta plazas que iba lleno. «Paraban para comer algo gratis donde se lo podían dar. No llevaban dinero, apenas una bolsa cada una con recuerdos», relata Octavio.

Al ver que compraban una barra de par para repartírsela entre todas decidió hacer algo. «¿Con una barra de pan? Eso era inhumano. Nos fuimos a Alfajarín y en un supermercado compramos todos los donuts que había», recuerda. En ese momento, varias vecinas de la localidad les preguntaron por el destino de tanta bolleria. «Al enterarse querían pagarlo ellas. De hecho, vinieron con otras bolsas grandes de comida que abonaron entre trabajadores del super y vecinas para que nos lo llevásemos», explica emocionado este Guardia Civil.

Al llegar con la comida y explicárselo a una joven traductora que viajaba en el autobús, todas quisieron agradecérselo. «Me dijeron que subiese al autobús porque querían darnos las gracias. Te aseguro que no pude hacerlo, porque estaba demasiado emocionado. Sabía que se me iba a hacer un nudo en el estómago», se sincera Octavio.

Este guardia cuenta a HOY ARAGÓN que otra de las cosas que le impactó fue las historias que escuchó de boca de la traductora y los conductores del autobús. «Una joven de 12 años se había despistado y había perdido el autobús tras una parada en Francia. Recorrió varios kilómetros hasta encontrar a un camionero eslovaco que, a su vez, localizó el autobús», recuerda. «Tengo hijas de esta edad que se habrían quedado paralizadas. Me pareció impresionante«, afirma el Guardia Civil.

Otra de las historias, la de una mujer que había recorrido sola con sus hijos de 8 meses y 4 años varios kilómetros en Ucrania hasta llegar a la frontera. «Estaba en el autobús callada, sonriendo, y agradeciéndonos la ayuda. Me quito el sombrero ante la educación, la resistencia y la capacidad de supervivencia que esta gente», reconoce.

Una historia que terminó en esa área de servicio con una despedida emocionada. El autobús emprendió su viaje hasta Huelva, donde les espera refugio y comida. «Lo ves el la televisión, pero cuando tienes sus caras delante…», sentencia este Sargento Primero de la Guardia Civil de Zaragoza que con poco, hizo mucho.