Este sábado, 28 de octubre de 2023, ha sido el día en que España, al igual que muchos otros países de Europa, retrocede una hora para dar paso al horario de invierno.

El fenómeno del cambio de hora se originó en el siglo XX, durante la Primera Guerra Mundial, y se introdujo formalmente en España en 1973 con el objetivo de ahorrar energía. Sin embargo, desde entonces, el debate sobre su verdadero impacto, tanto en el ahorro energético como en la salud pública, ha sido constante.

Desde el punto de vista de la salud, la Sociedad Española de Sueño (SES) ha subrayado que el horario de invierno es más beneficioso para nuestra salud que el de verano. Esto se debe a que está más alineado con nuestros ritmos biológicos naturales.

El horario de invierno permite una alineación más estrecha entre la salida del sol y el inicio de la jornada laboral, facilitando así una mejor adaptación de nuestros ritmos biológicos y un sueño más saludable.

A pesar de que el cambio de hora implica simplemente ajustar nuestro reloj 60 minutos, puede tener consecuencias notables en nuestra salud y bienestar. La transición puede causar:

  • Alteraciones en los patrones de sueño.
  • Cambios de humor e irritabilidad.
  • Reducción del rendimiento intelectual.
  • Aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, insomnio y depresión.

Específicamente, la alteración de los ritmos circadianos, que son esenciales para procesos como la digestión, la secreción hormonal y la regulación de la temperatura corporal, puede provocar síntomas físicos y mentales. Este desajuste en el reloj interno del cuerpo puede llevar a problemas como insomnio y, a largo plazo, aumentar el riesgo de enfermedades crónicas.

Aunque algunos estudios sugieren un aumento en los accidentes de tráfico después del cambio de hora, el consenso en esta área aún no es definitivo. Lo que es innegable es que, más allá del debate energético, el cambio de hora tiene un impacto real y palpable en la salud pública.

Por lo tanto, mientras ajustamos nuestros relojes, también debemos ser conscientes de ajustar y cuidar nuestro bienestar, dándonos tiempo para adaptarnos y cuidar nuestro ritmo biológico. La clave está en ser pacientes y escuchar nuestro cuerpo, que seguramente nos indicará cómo y cuándo adaptarnos de la mejor manera.