Los vecinos del entorno del Parque Bruil no paran de trasladar noticias inquietantes de la convivencia en el entorno de sus viviendas. La última, según dicen, tuvo lugar en la madrugada del pasado sábado.

La vecina afectada con la que ha contactado HOY ARAGÓN lo cuenta desde el anonimato pero con todo lujo de detalle. «Sobre la una y cuarto de la madrugada del viernes al sábado oímos un ruido como el crujir de algo. Fue por la parte de Instalaza», explica. Esta vecina se refiere a una empresa de casi 80 años de vida dedicados al diseño, desarrollo y fabricación de material y armamento de infantería.

La vecina de esta zona del Casco Histórico de Zaragoza continúa el espeluznante relato contado desde la vivienda en la que impactó el disparo de un perdigón. «Estábamos en la parte del piso que da a la calle y nos asustamos, así que rápidamente miramos por esa parte de la casa a ver si nos habían tirado algo«, relata con interés.

Tras mirar al detalle por si alguien había lanzado algo contra la fachada y no encontrar nada desistieron y siguieron durmiendo. Fue el sábado ya de día cuando se iban a llevar una desagradable sorpresa: «Cuando nos disponíamos a ir a la calle vimos el cristal del tramo de la escalera que va del entresuelo al primero con un perdigonazo», asegura sin ningún género de dudas.

Desde la Asociación Colectivo Parque Bruil van más allá. Santos Gil, miembro de la asociación, explica que fueron varios, algunos menores de edad, los que estaban «jugando» con la pistola de perdigones en un solar cercano. «Disparaban con mucha ligereza; pasa alguien mirando el teléfono móvil o con cascos y se habría llevado alguno seguro», cuenta Gil.

Eran varios, algunos dice este vecino, viejos conocidos. Los define como convecinos conflictivos que no favorecen la convivencia. «Con esa misma arma de perdigones amenazaban en plazas y calles a grupos de chavales apuntándoles directamente al cuerpo o a la cara», explica Santos.

«SE PASEABA CON EL ARMA AL CINTO»

Este vecino que lleva años viviendo en la zona de Parque Bruil, cansado de vivir situaciones tensas y problemáticas, advierte del riesgo de estas prácticas. «Además, después de tirar con la pistola a lo que les apetecía, después uno de ellos se la puso en la cintura y se paseo por mitad de la Plaza Tauste como si estuviese pavoneándose», añade.

Santos acaba contando a este periódico digital que llegaron a ver a algunos niños empuñando esta pistola de perdigones y los más mayores bromeando con él. «Si normalizamos todo esto estaremos perdidos. Llamamos a la policía pero nadie se presentó. Algún día, como pasa en otras ocasiones, pasará algo y entonces ya será demasiado tarde«, sentencia.