«Es tan difícil contar lo sucedido, sobre todo teniendo en cuenta que lo hago para que no vuelva a ocurrir jamás». Así empieza Ana, una madre, como ella misma se define, trabajadora y normal, una carta de siete folios por las dos caras dirigida «a quien quiera escucharme». «Yo sobre todo quiero que se conozca este caso en Aragón«, repite.

Ana comienza explicando que tuvo dos hijos y que corrieron una suerte bien distinta. «El pequeño estudió en el extranjero y con dos carreras empezó enseguida a trabajar», cuenta. El mayor, también relata, era de un «físico atractivo» y tras estar dos años en el ejército se fue a Alicante porque conoció a una chica y ahí fue, dice su madre, donde comenzó a «perderse».

«Volvió a casa y conoció a una chica muy normal, la que sería la madre de su hijo. Pero ya venía con un problema de Alicante, el consumo de drogas», se sincera Ana. Al final regresó a Alicante y luego a Pamplona, donde para conseguir dinero «hizo algo que no debía».

Tras su detención ingreso en el Centro Penitenciario de Zuera. «Hablábamos tres veces por semana y siempre me decía que estaba bien, hasta que en octubre de 2022 me llamó y me dijo que le habían salido unas almorranas y que no le hacían caso», relata Ana.

«Decía que quería ir al hospital pero que lo único que hacían era darle cremas», recuerda esta madre. Hasta que en el día de Nochebuena de 2022 le dieron la fatídica noticia. «Mis padres fallecieron conmigo los dos y es ley de vida, pero un hijo con 36 años con toda la vida por delante y a la espera de un juicio, que a día de hoy no se ha celebrado…».

Le estaban haciendo la autopsia cuando llegó pero le dijeron que hasta el día siguiente no le podrían dar el cuerpo de su hijo. «Al día siguiente fui a recoger sus pertenencias. Tan solo un funcionario se acercó a mi para darme el pésame», recuerda en la carta. Le contaron que el compañero de celda de su hijo intentó avisar al ver que no se despertaba y tenía bajo su cuerpo un charco de sangre, pero el timbre de la celda no funcionaba.

El hijo de Ana falleció por una hemorragia gastrointestinal derivada de la enfermedad de Crohn. «Esto lo supe después y tras consultar a varios médicos me dijeron que si se llega a coger a tiempo podría haberse salvado. Pero mi hijo llegó tarde y sangró tanto y tan fuerte que se le paró el corazón», se lamenta.

En el informe de la Guardia Civil que le entregaron pone que limpiaron la celda y cambiaron las sábanas antes de darle las pertenencias de su hijo. «Con el corazón destrozado y el cuerpo de mi hijo en una bolsa me despedí de él», explica. Después, cuenta , llamó más de 20 veces para solicitar un informe médico que nunca le llegó.

«QUE NO VUELVA A PASAR»

Ana sigue intentando superar la trágica muerte de su hijo Juan Francisco. Dice Ana que horas antes de perder la vida, Juan Francisco le había estado enseñando fotos a su compañero de celda de su hijo pequeño, el nieto de Ana.

«Yo lo que hubiese querido es que alguien de Instituciones Penitenciarias me llamase para decirme algo, un simple pésame… Y si hago esto es para que no vuelva a pasar», sentencia Ana, que ahora cuida de su nieto recordando a un hijo que una vez tomó un camino equivocado pero que nunca mereció terminar así.