Nunca dice no a un periodista, a una entrevista, a una charla informal recordando quizá alguno de los episodios más dolorosos de su vida. Éste lo fue. Aquella tarde de mayo de 2001 en la que nunca pensó que jamás volvería a ver a su padre. «Era un hombre de pocas palabras pero que a la vez decía mucho. El recuerdo del deporte, de la montaña. Las montañas son inmutables y siempre están ahí. Nos quitaron a nuestro padre, pero nunca han conseguido borrar su legado», cuenta Manuel Giménez Abad.

Imagen de Borja, el primero, y Manuel, mirando a cámara, en medio de la montaña / Cedidas a HOY ARAGÓN

Siempre sereno, reconoce que sus momentos ha tenido. Porque durante estos 22 años de espera para ver sentados en el banquillo de los acusados a los dos presuntos asesinos de su padre, ha habido momentos de esperanza y otros más difíciles. «Siempre ha sido muy importante para nosotros esa reparación a través de la democracia en la que creía mi padre y en la que creemos nosotros«, se sincera su hijo mayor.

El seis de mayo, hace 22 años, Manuel estaba en Pau, Francia, disfrutando de un año de Erasmus. «Siempre quise descubrir cosas nuevas y salir fuera para estudiar y crecer como persona», reflexiona. Fue una prima suya la que le dio la mala noticia. «Mi padre nunca recibió amenazas, ni cartas de ningún tipo. En una ciudad como Zaragoza, a pesar de la cercanía con el País Vasco y Navarra, nunca tuvo ni tuvimos esa sensación de riesgo y peligro. Pero por otro lado sabes que lo estás si defiendes los valores de la democracia y la libertad en un partido político como en el que estaba mi padre», se sincera.

Tres tiros por la espalda no dieron opción alguna de supervivencia al que fuera por aquel entonces presidente del Partido Popular en Aragón. «Luego llegaron días de mucha confusión que recuerdo tristes pero a la vez esperanzadores». Manuel se refiere a todo el apoyo que la sociedad aragonesa mostró a su familia tras el asesinato de su padre. «Matan a tu padre, a tu referente en vida, a una de las personas más importantes de tu vida, pero te das cuenta de que todo lo que él defendió y por lo que luchó sigue más vivo que nunca en todos aquellos aragoneses que nos arroparon, que estuvieron a nuestro lado y que defendieron la libertad con nosotros», dice el mayor de los Giménez Abad.

La madre de Manuel, Ana, perdió a su marido cuando él tenía 53 años, con parte de la vida todavía por delante. «A mi madre la obligaron a envejecer sola, pero nunca se arrugó», cuenta. De hecho, Ana Larraz creó la fundación que lleva el nombre de su marido para seguir luchando por su legado más allá de su muerte. «Fue mi madre precisamente aquellos días después de que mataran a mi padre quien nos dijo a mi hermano y a mi que teníamos que estar en la manifestación de condena y repulsa, cuando en realidad no teníamos muchas ganas de hacerlo. Ella fue la primera que decidió ir», valora Manuel.

«FAMILIA, AMIGOS Y SI TIENES SUERTE, AMOR»

Las montañas, ese olor a libertad, y a la vez esa sensación de algo que permanece ahí siempre, que se mantiene inmutable, es el claro ejemplo de lo que Manuel siente cuando le preguntas por su padre, por la vida arrebatada, por el cambio radical que sufrieron. «Estás en tu época de búsqueda, de descubrimiento, con 22 años, y de pronto rompen todo eso de golpe. Sin duda es duro pero hemos sabido salir adelante», cuenta Manuel.

Borja y Manuel Giménez Abad en medio de la montaña, algo que su padre amaba / Cedida a H.A.

No tardó en volver a Pau, donde estudiaba, sobre todo porque así se lo pidieron también su madre y su hermano Borja, cinco años menor y que acompañaba a su padre el día que lo mataron. «Ellos me alentaron; teníamos que seguir porque era lo que hubiese querido mi padre», se sincera.

Ata’ y Zaldua, los miembros de ETA que presuntamente prepararon el atentado contra Manuel Giménez Abad, uno de ellos reconocido en el lugar de los hechos por el propio Borja, se enfrentan a una pena de 30 años. Nunca hubo reconocimiento ni perdón. De hecho lo han negado durante el juicio, aludiendo a que ese día estaban en una fiesta, o en el cine.

Nunca repararon el dolor de una familia que se quedó sin uno de sus referentes. Pero cuando le preguntas a Manuel acerca de cómo suplió ese apoyo perdido lo tiene muy claro: «Son los tres pilares en los que no hemos apoyado y nos dan dado la fuerza para seguir. Los amigos, la familia y, si tienes suerte, el amor».