Se han convertido en el objetivo de las peleas y conflictos entre presos, muchos de ellos jóvenes que han perdido el respeto a la autoridad, también dentro de prisión, y que ya no se rigen por las normas carcelarias antiguas de confianza y respeto a quien te vigila.

Hace menos de dos semanas, un funcionario tuvo que reducir a un interno que estaba nervioso y amenazaba a todos lo que intentaban calmarle. Durante el forcejeo se fisuró un dedo. Casi en la misma semana, otro funcionario recibió un golpe en la cabeza por parte de otro interno que no atendía a razones.

La gota que ha colmado un vaso, que últimamente suele colmarse muy a menudo en el Centro Penitenciario de Zuera, fue otra agresión, esta vez un puñetazo deliberado e intencionado de un preso de primer grado que acabó con otro funcionario en la enfermería. Esta vez el resultado fue un ojo morado y daños en el pómulo. «Todo en menos de 20 días», explican desde el sindicato de funcionarios de prisiones ‘Tu Abandono Me Puede Matar’.

Son agresiones, pero hay otras faltas de respeto de las que no hablan tanto pero que también minan su moral. «Ahora mismo hay un preso de primer grado que nos escupe cada vez que intentamos atenderle. Es una situación muy difícil que afrontamos con los medios que podemos y tenemos a nuestro alcance», denuncian.

«TENEMOS QUE SENTARNOS Y BUSCAR SOLUCIONES»

«Acabamos el primer cuarto del siglo XXI sin tener la equiparación de agentes de autoridad; en muchos aspectos, seguimos como en el siglo XV», se reivindican. Insisten en que la Administración debe mirar de frente a estos problemas y atajarlos de la mano de sus trabajadores, los funcionarios y sin mirar a otro lado ni dejar que sean maltratados y ninguneados. «Parece que a nadie le interesa meter mano en este asunto; entran los delincuentes, cierran la celda y ya se encargarán de ellos», se lamentan.

«Tenemos que sentarnos todos y buscar soluciones. No puede ser que estemos denunciando estas situaciones cada dos por tres. Así no podemos seguir», denuncian los funcionarios, cansados de denunciar esta situación en los medios de comunicación y conscientes de que tienen que hacer ruido si quieren ser escuchados. «Si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer», sentencian.