Zaragoza, pese a estar surcada por tres ríos y por el Canal Imperial, es una ciudad que tradicionalmente ha vivido de espaldas a ellos. Con la Expo de 2008, la capital aragonesa redescubrió las riberas del Ebro. Además de la construcción del recinto de la muestra y del Parque del Agua, se reformaron y se dignificaron las riberas, se construyeron carriles bici, se abrieron quioscos… Y la ciudad volvió sus ojos hacia la que muchos creen que debería ser la principal calle de la ciudad. 

En el caso de río Huerva, la cosa no ha mejorado en exceso. El río Huerva, afluente del Ebro por la margen derecha, entra a Zaragoza desde Cuarte, atravesando zonas como la entrada del Parque Grande. Pero sus riberas siguen a la espera de una renovación largamente prometida, y que se hace de rogar. El pasado mes de marzo, el Ayuntamiento aseguraba que la restitución paisajística de las riberas del Huerva sería el gran proyecto de Zaragoza en esta legislatura que estamos a punto de comenzar. 

Parte de ese abandono histórico puede que tenga que ver con el hecho de que esté soterrado en buena parte de su recorrido por el centro de Zaragoza, dándole una invisibilidad que lo convirtió en una cloaca durante décadas,

EL CUBRIMIENTO DEL HUERVA

El Huerva en 1918, a su paso por la antigua facultad de Medicina AHPZ-MF-COYNE. 

El Huerva, o la Huerva, (en Aragón, desde hace siglos, se nombra a algunos ríos en femenino), fue visto como un obstáculo para la expansión urbana de una Zaragoza que crecía hacia el sur, con los encantadores hotelitos de la plaza de Aragón, o la magnífica Facultad de Medicina y Ciencias. En esa zona también existía desde 1868 un jardín de recreo para las clases acomodadas conocido como los Campos Elíseos, junto a un Huerva todavía sin cubrir. 

El principal motivo por el que el río era un obstáculo a la expansión de la ciudad era que el río discurre encajonado entre dos vertientes que en algunos puntos alcanza casi los 10 metros de profundidad. Y ese encajonamiento impedía integrarlo con paseos alrededor. O el menos, ese era el pensamiento de los dirigentes zaragozanos de principios del siglo XX.

Hubo varios intentos para cubrir el río, destacando especialmente el proyecto del arquitecto Félix Navarro. En 1880 incluso hubo un proyecto que pretendía desviar su cauce, tal y como se hizo con el cauce del Turia en Valencia varias décadas después; un proyecto que quedó en agua de borrajas. Incluso el Ayuntamiento de Zaragoza hizo una propuesta en 1898 para para cubrir el Huerva entre la nueva Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, y el puente de Santa Engracia. 

Pero no fue hasta 1924 cuando cuando se materializó ese anhelo de cubrir el Huerva con un proyecto del arquitecto Miguel Ángel Navarro. La obra, era complicada, ya que había que cubrir un trazado con grandes desniveles, e incluso se acabó con alguna curva, para que el túnel fuera más recto. 

Las obras finalizaron en 1927, y durante el transcurso de las mismas, fueron un foco de atracción para los zaragozanos del momento. Las obras se desarrollaron en dos tramos, uno, de algo más de 400 metros, entre la calle Lasgaca y la Facultad de Medicina, y otro, de unos 550 metros, entre el Colegio de los Jesuitas (en la actual plaza de Paraíso), hasta la zona de plaza de los Sitios, a la altura de la calle Mefisto.

El cajón de hormigón que se construyó en 1979 para prolongar Marina Moreno, en la curva hacia paseo de la Mina / Archivo Municipal Zaragoza.

Con ese cubrimiento, se permitió construir algunas de las principales arterias de la ciudad en estos momentos, la Gran Vía la plaza Paraíso, y el paseo de la Constitución, bajo cuyo pavimento discurre el Huerva oculto a los ojos de los ciudadanos. En los años 60, se prolongó la entonces Avenida Marina Moreno cubriendo el tramo del Huerva desde la calle Mefisto hasta el punto en el que el río sale de nuevo a la superficie, junto al colegio Corazonistas y la glorieta del Esperanto, camino de su desembocadura en el río Ebro. 

En 2010, y dentro del proceso de regeneración urbana asociado a la construcción de la línea de tranvía que une Valdespartera y Parque Goya, el río Huerva fue visible de nuevo durante unos meses a su paso por la Gran Vía, ya que hubo que sustituir la losa que lo cubría para garantizar que soportara el peso de los convoyes al atravesar la calle. Durante las obras, se instalaron 288 vigas de 15 y ocho toneladas de peso cada una, asegurando así que que el cubrimiento tendrá una vida útil de un siglo.