En los años setenta del siglo XX, surgían vientos de cambio y esperanza en plena Transición democrática, junto con las primeras oportunidades para que la población expresara sus inquietudes sobre los problemas que afectaban su vida diaria.

En Zaragoza, la presión demográfica había impulsado la especulación del suelo. Durante años, el centro de la ciudad se había saturado, mientras los barrios periféricos crecían sin control ni planificación. La migración de los sesenta y setenta, debido a la implantación del Polo de Desarrollo Industrial (1964) y los polígonos industriales, había generado problemas estructurales, carencia de infraestructuras y falta de espacios públicos en barrios como San José, Las Fuentes, Torrero o el Oliver. Esta situación propició la creación de las primeras asociaciones de vecinos, buscando mejorar su entorno y frenar la construcción desordenada que ahogaba la ciudad.

La Asociación de Vecinos de San José, fundada en 1973, ganó influencia al lograr convertir los terrenos de la Granja Agrícola de Zaragoza en una gran zona verde y equipamientos deportivos en 1976. Mientras, se comenzaron a planear estrategias para adquirir los terrenos de las fábricas Pina y Alumalsa.

En este contexto, surgió una experiencia única de urbanismo popular y participativo: el diseño colectivo del Jardín de la Memoria en el antiguo terreno de la fábrica Pina, al sur de San José, con un proyecto dirigido por el arquitecto Antonio Lorenzo. Finalmente, el Jardín se inauguró en 1993.

Sin embargo, una de las propuestas en el proceso participativo no se materializó: el Quiosco del Viento en el espacio donde estaba la chimenea de la antigua fábrica. El artista internacional Julio Le Parc, conocido por su trabajo en arte óptico y cinético, había diseñado el quiosco. La Asociación mantuvo contacto con él desde 1987 y, en 1990, se presentó una maqueta y el proyecto fue aprobado.

La estructura presentaba una cubierta con elementos móviles de acero inoxidable, reaccionando al viento y la luz, generando efectos visuales cambiantes. Aunque el basamento se construyó, la obra nunca se completó ni en la inauguración ni en años posteriores. En 2001, se construyó una versión contemporánea y simplificada del quiosco en el pedestal de hormigón.

Esta es la historia de una oportunidad valiosa que no se concretó, una obra de arte público singular y contextualizada que habría culminado una acción comunitaria llena de significado social y reivindicativo.