En la entrada del Parque Grande de Zaragoza, se alza majestuoso el «Puente del 13 de septiembre», una estructura que no solo conecta dos orillas, sino que también actúa como un testigo silencioso de la rica historia musical y política que ha marcado la ciudad a lo largo del siglo XX.

Oficialmente designado como «Puente del 13 de septiembre», este monumento lleva consigo el recuerdo del golpe de estado perpetrado por el general Primo de Rivera en 1923. Aunque la sombra de aquel evento oscurece su pasado, el puente ha evolucionado para convertirse en un símbolo de unión y resistencia a lo largo de los años.

Proyectado por el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro en 1928 y abierto al público un año después, este puente fue pionero en Zaragoza al ser construido principalmente con hormigón, proporcionándole solidez estructural.

Sin embargo, para suavizar su apariencia robusta, se le aplicó una decoración detallada, incluyendo un simulado dovelado en los arcos y elementos ornamentales en ladrillo, junto con una imponente balaustrada y torreoncillos de estilo ecléctico.

Aunque su nombre oficial evoca un momento político, el puente ha adquirido otro título cariñoso a lo largo de las décadas: el «Puente de los Cantautores». Esta transformación simboliza la dualidad de la estructura, que no solo es un monumento histórico, sino también un escenario vivo de la rica tradición musical de Zaragoza.

En la década de 1970, el Puente de los Cantautores se convirtió en el epicentro de la escena musical local. Figuras como José Antonio Labordeta, La Bullonera y La Ronda de Boltaña contribuyeron a la «Época Dorada» del puente, fusionando sus letras poéticas y melancólicas con el fluir del río Ebro.

Con el tiempo, el puente ha presenciado una evolución musical, adaptándose a la diversidad de la escena artística zaragozana. Desde el folk hasta la música electrónica, el puente ha acogido a artistas emergentes y consagrados, convirtiéndose en un escenario para la experimentación sonora y la conexión cultural.