La modernidad entendida como negación de lo antiguo, junto con unos intereses económicos que se impusieron sobre el orgullo y sobre el respeto al patrimonio, han contribuido para que Zaragoza no supiera mantener el rico patrimonio histórico-artístico que la capital aragonesa fue forjando a lo largo de los siglos. Y en especial, en la época renacentista, cuando la ciudad era conocida La Harta por su riqueza.

Una riqueza plasmada en más de 200 palacios que se levantaban orgullosos en el Coso, en las calles Mayor y San Jorge, junto al Ebro o en el entorno de las plazas del Pilar y de la Seo, por no hablar del sinfín de iglesias y monasterios que parecían que agujereaban el cielo con sus torres, tal y como hemos visto en los cuadros de la época.

De toda esa riqueza, apenas queda una pequeña muestra para recordarnos el glorioso pasado de la capital del viejo Reino. Un pasado que se fue diluyendo conforme la piqueta fue demoliendo esos palacios, monasterios e iglesias para levantar edificios que en poco contribuyeron a embellecer la ciudad.

EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE AYERBE

Uno de los edificios desaparecidos en la primera mitad del siglo XX fue el palacio de los Marqueses de Ayerbe, un espectacular edificio renacentista situado a orillas del Ebro, en una zona donde se habían concentrado los principales edificios de la capital del Reino. Desde la Seo y Santa María la Mayor, al palacio de la Diputación del Reino, las Casas del Puente, el palacio de la Lonja o el palacio arzobispal, además de decenas de palacios renacentistas que se construyeron en el entorno de los centros de poder político y religioso.

El palacio se construyó en el siglo XVI por el marqués de Lierta, aunque el edificio pasó a manos de los marqueses de Ayerbe cuando el marquesado de Lierta se incorporó al de Ayerbe en 1767 al contraer matrimonio Pedro Vicente Jordán de Urríés y Pignatelli, II marqués de Ayerbe, con la III marquesa de Lierta, Ramona de Fuembuena.

El edificio fue famoso en el siglo XIX por acoger las más importantes fiestas de sociedad de la Zaragoza de la época, alojando en varios ocasiones a los reyes de España. Las fiestas más deslumbrantes fueron las que se celebran durante la visita de la Reina María Cristina en 1888.

El palacio, en la ribera del Ebro en 1872 / José María Ballestín Miguel GAZA

CÓMO ERA EL PALACIO DE LOS AYERBE

La profesora de la Universidad de Zaragoza, Isabel Yeste, señala en un estudio que Carmen Gómez explicó que el palacio «contaba con un patio de notables proporciones y techumbres en algunas de sus habitaciones».

El arquitecto Borobio también da seña sobre cómo era el palacio. El patio, de notables proporciones, estaba rodeado de columnas de piedra que servían de apoyo a la galería. Según este arquitecto zaragozano, en el centro del patio había un estanque cerrado en piedra que desaguaba en pozos sumideros. En su interior había una espectacular biblioteca, y decenas de obras de arte, además de un rico mobiliario.

El palacio, que fue sede temporal en 1835 de la Real Maestranza de Caballería, sufrió una importante reforma en 1870, coincidiendo en el tiempo con el derribo del Palacio de Torrellas, también propiedad del Marqués de Ayerbe, para construir en su lugar el pasaje del Comercio y de la Industria. Así, durante la reforma del palacio de los Ayerbe, se instalaron distintos elementos arquitectónicos del palacio de los Torrellas, como un templete que se instaló en el jardín cercano al Ebro.

Isabel Yeste señala en su estudio sobre la desaparición de este palacio que «en la parte alta de la fachada se colocaron algunas columnas pertenecientes a la luna, otras columnas torsas y con capiteles decorados
con motivos heráldicos se dispusieron a ambos lados de un portalón cercano a las cuadras, y las pantallas de arquillos mixtilíneos y las columnas fasciculadas de la galería del piso noble pasaron a componer un cenador construido en el jardín, en la zona más próxima al Ebro y a las viviendas de los infantes del Pilar».

En 1901, el palacio fue vendido a Antonio Joaquín Vieira de Magalhaes, conde de Magalhaes, con todas las riquezas que había en su interior, incluyendo su biblioteca. Sin embargo, años después, la finca fue embargada a su hija y heredera, María Magalhaes y Orta, condesa de Santa Cruz de los Manueles, y enajenada posteriormente a favor de Francisco Gastón Brun.

Posteriormente, ya con el edificio en plena decadencia, el palacio fue dividido en viviendas, dedicándose también una parte a colegio religioso, gestionado por las Religiosas Angélicas del Sagrado Corazón. Finalmente, el edificio fue expropiado y derribado en 1942 para construir el nuevo ayuntamiento de Zaragoza. Según aparece en el estudio de Isabel Yeste, para construir la plaza del Pilar que podemos ver en la actualidad fueron derribados un total de 225 inmuebles, construidos en su mayor parte en los siglos XVI y XVII