El río Ebro, testigo del devenir histórico y cultural de la península ibérica, hace su primera incursión en Álava. Desde Sobrón hasta Zubillaga, atraviesa la cuadrilla de Añana, otorgando vida y paisajes únicos a su paso.

La estratégica ubicación de Salinillas de Buradón es un hito clave en la ruta del río. Esta localidad, con su imponente torre de la Inmaculada y el palacio de los Condes de Oñate como testigos silenciosos de su pasado. En tiempos ancestrales, fue un enclave de vital importancia para controlar el paso del Ebro a través de la sierra de Cantabria. Su legado arquitectónico, impregnado de historia y comercio, se alza como un monumento a la grandeza de tiempos pasados.

EL PASO DEL RÍO EBRO

Al adentrarse en la Rioja Alavesa por Salinillas de Buradón, el río Ebro se convierte en el hilo conductor de una región marcada por el vino. Labastida, acogedora villa que abraza al viajero con la calidez de sus fachadas blasonadas y palacios centenarios, es un tesoro por descubrir en este periplo.

El camino por la orilla del Ebro nos lleva a Baños de Ebro, donde la agricultura y la viticultura se entrelazan con la historia romana que pervive en su arquitectura. Las imponentes iglesias y ermitas, como la de Nuestra Señora de la Antigua, hablan de un pasado glorioso y una fe arraigada en el corazón de sus habitantes.

Elciego, otro punto destacado en este recorrido, deslumbra con la moderna estructura del hotel Marqués de Riscal, diseñado por el renombrado arquitecto Frank Gehry. Entre sus calles empedradas y palacios, se respira el aroma del vino y la tradición que define a esta tierra.

EL FINAL DEL RECORRIDO

Lapuebla de la Barca nos recibe con su encanto medieval y su mirador privilegiado sobre la curva del Ebro. Sus calles estrechas y empedradas invitan a perderse en un viaje en el tiempo, donde cada rincón cuenta una historia.

La excursión culmina en Laserna, donde el Ebro se despide momentáneamente de Álava para seguir su curso hacia Logroño. Antes de desaparecer en el horizonte, nos regala la visión del puente romano de Mantible, un vestigio del pasado que nos recuerda la grandeza y la majestuosidad de este río eterno.