La fama se la lleva San Juan de la Peña, gracias a su espectacular emplazamiento bajo una roca, a la protección de la familia real aragonesa y a ser lugar de enterramiento de los primeros reyes de Aragón. Pero en el Pirineo hay otros muchos monasterios relacionados con el origen del reino, e incluso, más antiguos que San Juan de la Pena.

Un buen ejemplo es San Pedro de Siresa. Este cenobio, situado en el valle de Hecho, tiene su origen en el siglo IX, aunque hay fuentes que atestiguan que ya podía haber existido desde la época visigoda. La historia de este monasterio, del que hoy solo queda la iglesia románica, está plagada de leyendas y de nombres míticos. Desde Carlomagno a Alfonso I el Batallador, pasando por el Santo Grial o por la calzada romana que comunicaba Hispania con las Galias a través del puerto del Palo.

El edificio de piedra, sorprende a cuantos lo visitan. Y no nos extraña nada, ya que San Pedro de Siresa es uno de los monumentos más singulares de época medieval de la Comunidad Autónoma al contar con unas dimensiones catedralicias, en un lugar perdido entre montañas. En un lugar como este sería mucho más normal encontrarse con una de las múltiples y hermosas ermitas románicas que salpican la geografía pirenaica.

En su lugar, nos encontramos con un edificio robusto que sorprende por sus medidas y por su altura. El motivo de esa grandiosidad hay que buscarlo en el origen monacal de la iglesia, y en la protección de la monarquía. De hecho, San Pedro fue uno de los principales monasterios del incipiente reino. Llegó a contar con una biblioteca que estaba entre las más ricas del sur de Europa, al contar con obras clásicas como La Eneida, obras que no habían sido conservadas ni en la Córdoba califal.

LA HISTORIA DE SAN PEDRO DE SIRESA

El templo tiene dimensiones catedralicias / Turismo de Aragón

Se sabe que el conde carolingio Aznar Galíndez fundó aquí un monasterio en el año 833 bajo la regla de San Crodegando, siguiendo una estética arquitectónica carolingia. El primer abad del monasterio fue Zacarias, quien estableció la comunidad monacal siguiendo las reglas emanadas en 816 de un sínodo celebrado en Aquisgrán, epicentro del poder político carolingio.

Por aquella época, la leyenda cuenta que el monasterio protegió al Santo Grial. En poco tiempo, este monasterio se convirtió en el epicentro espiritual de los condados aragoneses primero, y del Reino de Aragón después. El rey Alfonso I, conquistador de Zaragoza, fue educado en San Pedro de Siresa.

En 867, el conde Galindo I Aznárez le cede al monasterio la villa de Hecho, además de campos de labor, viñedos y varias villas. Poco a poco, el patrimonio iría creciendo gracias a las donaciones y a la inversión de las rentas del monasterio. En el año 922, Siresa llegó a convertirse en sede episcopal, aunque fue abandonado durante la destrucción de Pamplona por Almanzor en 999, dentro del terror que vivió el mundo cristiano ante el advenimiento del año 1000.

Algo más de un siglo después, en 1063, Siresa pasó a depender de la Diócesis de Jaca, aunque tenía autonomía casi total. Y en 1077, Sancho Ramírez cede el monasterio a una comunidad agustina, y convierte el monasterio en capilla real.

En el año 922 se convierte en sede episcopal, pero es abandonado durante la destrucción de Pamplona por parte de Almanzor. Finalmente, en 1145, Siresa pasó de depender de la Catedral de Jaca, comenzando así una pérdida de importancia.

EL TEMPLO ACTUAL

El crismón, en la entrada al templo / Turismo de Aragón

La actual iglesia parroquial de San Pedro es el único resto del monasterio original, tras perder claustros, dormitorios e incluso la rica biblioteca. El templo tiene una estructura monumental, como seña de ese importante pasado monacal. El templo tiene planta de cruz latina, con una sola nave de medio cañón y una cabecera con ábside que se levanta sobre una cripta.

El ábside es poligonal en el exterior y semicircular en el interior. En el interior también destaca un elemento elevado y abovedado que podría tener su origen en una antigua tribuna carolingia. En el crucero hubo un cimborrio con una cúpula semiesférica que se derrumbó tras un incendio, y que fue sustituido por una bóveda de arista.

En el exterior, la puerta principal se abre a la fachada occidental bajo varias arquivoltas de medio punto, contando con un tímpano con un crismón románico. Y tanto en el muro exterior como interior del ábside alternan ventanales con arcos ciegos de medio punto.

Entre las piezas que se conservan, hay una inscripción romana del siglo IV que tiene que ver con la calzada romana que comunicaba Zaragoza con las Galias, y un Cristo que se encontró en 1995 enterrado bajo el altar y que está datado a finales del siglo XII o principios del XIII.

También hay algunos retablos góticos del siglo XV, entre ellos algunos que fueron robados por Erik el Belga, y que posteriormente fueron recuperados. También hay una bella imagen románica de la Virgen, del siglo XIII. La imagen de San Pedro que preside el templo está datado en el siglo XVII y procede de la Catedral de Jaca.