Desde hace siglos, la catedral de San Pedro de Jaca marca el devenir de la vida de la que fue la primera capital de Reino de Aragón. Este imponente edificio, una de las señas de identidad de la ciudad, ha sido testigo de la vida y de los principales hechos históricos que han sucedido en la ciudad desde hace siglos.

La catedral está considerada uno de los templos más importantes del románico español, marcando tendencia en este estilo desde que fue construido gracias a su privilegiada ubicación en el Camino de Santiago. De hecho, fue la primera gran construcción románica de la Península. Es fácil imaginar la impresión que causarían las robustas paredes de este templo, combinadas con la altura de sus naves, en los primeros aragoneses, y en los visitantes que bajaban desde Francia por el puerto del Somport y Canfranc.

UN EDIFICIO UNIDO A LA PRIMERA CAPITAL DEL REINO DE ARAGÓN

Tras ser designada sede episcopal, (antes, el obispado había estado en Sasabe, Siresa y San Juan de la Peña), la recién nacida Jaca necesitaba una catedral para convertirla en la sede del obispo. Fue a partir de 1077 cuando, por mandato del rey Sancho Ramírez, comenzó a levantarse el templo. Su construcción está íntimamente ligada a la fundación de la ciudad y a la concesión de los fueros concedidos para atraer habitantes y convertirse en un importante centro comercial en la ruta hacia Santiago. Y en su lugar, desde el siglo X, había un monasterio prerrománico en el entorno de la catedral, San Pedro, denominado El Viejo para diferenciarlo de la propia catedral.

La construcción de la catedral románica se desarrolla en dos fases. El primer periodo, entre 1077 y 1082, que se corresponde con el reinado de Sancho Ramírez y el obispado de su hermano el infante García. El segundo periodo se desarrolla entre 1104 Y 1130, cuando reinaba Alfonso I el Batallador, y Esteban de Huesca era obispo de la ciudad.

Las naves de la catedral de Jaca sorprenden por su altura / Turismo de Aragón

El edificio tiene planta basilical de tres naves de cinco tramos, con sus robustos pilares cilíndricos con impresionantes capitales, y sus correspondientes ábsides alineados. La nave central es más ancha y alta que las laterales.

La puerta principal del templo se sitúa a los pies de la nave. Está orientada al oeste, y cuenta con un espectacular atrio. En el tímpano hay un crismón entre dos leones, un motivo ornamental que se representa en este edificio por primera vez, y que luego se extendería por el resto de iglesias aragonesas. También destaca el ajedrezado jaqués, una decoración que también se expandió por muchos lugares. En el conjunto destaca también el claustro, donde, junto a otras salas, se exponen las piezas que forman parte del Museo Diocesano, inaugurado en 1963.

Detalle de un capitel románico / Turismo de Aragón

En el muro sur se sitúa otra de las puertas, que se abre a la porticada plaza de la Catedral. Allí se conserva el tímpano románico, con representaciones de San Lucas y San Marcos. En este atrio se reutilizaron capiteles del templo románico.

De la torre románica original no queda nada, y lo que podemos ver en la actualidad es una acumulación de intervenciones que se suman desde el siglo XV. En este siglo, el XV, se construyen varias capillas de estilo gótico, como la de Santa Cruz.

En el siglo XVI se construyen nuevas capillas tardogóticas , como la de San Sebastián, o la de la Anunciación, y aparecen las primeras en estilo renacentista, como la de San Miguel, o la de la Trinidad. En esta época también se produce el abovedamiento tanto de las naves laterales como de la nave central, sustituyendo la anterior cubierta de madera. A finales de siglo se encarga un retablo en piedra para el altar mayor.

En el siglo XVII se reconstruye el claustro románico, y se construye una nueva capilla a la patrona de Jaca, Santa Orosia. En el siglo XVIII se crean o se reforman altares, como el del Santo Cristo, y se reforma la cabecera, destruyendo el ábside románico y desmontando el retablo mayor de piedra. El nuevo ábside fue pintado en 1793 por el cartujo Manuel Bayeu. En el siglo XX la catedral vivió su última transformación importante, con el traslado del coro a su ubicación actual en 1919.