El Palacio de la Zuda, situado en el corazón de Zaragoza, es un testamento a la rica tapeza histórica y cultural de la ciudad. Aunque ya no existe en su forma original, este palacio ha sido testigo de siglos de evolución, desde sus raíces musulmanas hasta su prominencia en la Zaragoza cristiana.

La Zuda, originalmente, era una torre fortaleza de origen musulmán. Situada sobre el antiguo foro romano de Caesaraugusta, sirvió como residencia de los gobernadores musulmanes, conocidos como «zuda», de ahí su nombre.

El Torreón de La Zuda habría sido la torre del homenaje del alcázar sarakustí, edificada sobre uno de los torreones de la muralla romana. El 18 de diciembre de 1118 los musulmanes rinden la ciudad a Alfonso el Batallador, tomando posesión el rey al día siguiente de La Zuda que, según la capitulación, debía ser ocupada por las tropas cristianas.

Esta toma de posesión simbolizaba la ocupación de la ciudad. A partir de este momento, será residencia de los monarcas aragoneses, hasta el siglo XIII, en el que empezarán a utilizar para este fin el Palacio de la Aljafería.

A lo largo de los siglos, el palacio experimentó diversas remodelaciones y ampliaciones. Durante el reinado de Pedro IV, se añadió una capilla dedicada a San Juan Bautista. Posteriormente, con la reubicación de la corte en Madrid, el Palacio de la Zuda perdió su función palaciega y se convirtió en hospedería para peregrinos, al estar situado junto a la Basílica del Pilar, uno de los principales centros de peregrinación en España.

EL FIN DE UNA ERA

A finales del siglo XX, el deterioro estructural del edificio llevó a la decisión de su demolición. Sin embargo, no todo fue pérdida. Durante los trabajos de demolición, se descubrieron vestigios arqueológicos significativos que revelaron más sobre la historia antigua de Zaragoza. Aunque el palacio en sí ya no se erige en todo su esplendor, la Torre de la Zuda, que formaba parte del complejo original, aún se mantiene en pie y ha sido restaurada. Actualmente, alberga la oficina de turismo de la ciudad y sigue siendo un testimonio del pasado islámico y cristiano de Zaragoza.

El Palacio de la Zuda es un recuerdo de la confluencia de culturas y épocas que han moldeado Zaragoza a lo largo de los años. Aunque ya no es posible pasear por sus pasillos o admirar su arquitectura completa, su historia sigue viva en la memoria colectiva y en los restos que aún se conservan. Es un testimonio palpable de que, incluso en ausencia, algunos lugares nunca pierden su significado ni su lugar en la historia de una ciudad.