Hubo un tiempo en el que un Aragón incipiente peleaba por bajar de las montañas al valle. Desde Jaca y los territorios pirenaicos en los que surgió el viejo reino, los monarcas aragoneses anhelaban descender hacia los fértiles valles del sur, ampliando sus dominios hacia tierras mucho más ricas. En esas estaba Pedro I. Un rey que quizás no tenga la fama de otros reyes aragoneses, pero que fue de vital importancia en la extensión y consolidación del Reino pese a vivir poco más de 30 años y reinar apenas 10.

Se cree que el futuro Pedro I nació en 1068, fruto del matrimonio formado por Sancho Ramírez e Isabel de Urgel. Probablemente, el hecho de ser bautizado como Pedro corresponde con el deseo de su padre de reforzar la alianza con la Santa Sede, ya que Sancho Ramírez prestó vasallaje al Papa durante un viaje a Roma en 1068.

Con 17 años, Pedro contrajo matrimonio con Inés de Aquitania, con quien tuvo al menos dos hijos que no pudieron sobrevivir al padre. Y tras enviudar, Pedro volvió a casarse con Berta, la reina famosa (y misteriosa) por haber gobernado el reino de los Mallos, en el entorno de Riglos. La vida de Pedro I fue corta pero azarosa, gracias a una serie de campañas militares cuyo objetivo era consolidar el reino y avanzar hacia el sur. Ya desde joven se vio implicado en los asuntos de gobierno, ya que su padre, Sancho Ramírez, encomendó al todavía príncipe Ribagorza y Sobrarbe, con título de ‘rex’.

En 1089, Sancho Ramírez y el todavía infante Pedro conquistaron Monzón, cuya custodia le fue confiada al heredero al trono para defender este territorio de los frecuentes ataques que se producían desde la taifa de Lérida. En 1901 construyó castillos en el entorno de Zaragoza (El Castelar) y Lérida (Almenar), para hostigar a las principales ciudades musulmanas de la zona.

En 1093 se encaminó hacia el Mediterráneo para conquistar Oropesa, Castellón, Miravet, Mont-Roig y Azafat. En 1094, al morir su padre en el asedio de la ciudad de Huesca, Pedro I heredó el trono de Aragón y de Pamplona.

La leyenda cuenta que en la batalla de Alcoraz intervino San Jorge en favor del rey de Aragón

En el año 1095 tomó la localidad oscense de Naval. Y en 1096 sucedió el gran hito de su reinado, al conquistar Huesca en la batalla de Alcoraz, al vencer de forma contundente a las tropas islámicas de Al-Mustan’in II, rey moro de la Taifa de Saraqusta y a los soldados castellanos que habían acudido a defender Huesca, ante la amenaza de ver como los aragoneses se hacían con el valle medio del Ebro.

Según cuenta la leyenda, Pedro I obtuvo la victoria en Alcoraz gracias a la aparición de San Jorge, frente a las tropas islámicas y castellanas que habían acudido en auxilio de Huesca, ante el riesgo de que el valle medio del Ebro fuera ocupado por los aragoneses.

Un año después, Pedro I combatió a los almorávides junto al Cid Campeador en la batalla de Bairén, con quien se había aliado para debilitar a las taifas del este peninsular. En ese momento, El Cid se habia establecido en la ciudad de Valencia.

En 1100 conquistó Barbastro y Sariñena, y en 1001 conquistó Bolea, además de construir el castillo de Juslibol en las inmediaciones de la ciudad de Zaragoza para tomar posiciones y preparar su conquista (el nombre de Juslibol proviene del grito de guerra Deus lo vol). Un año después, en 1103, Pedro tomó Piracés y Tamarite.

Su muerte llegó prematuramente en 1104, cuando murió en el Valle de Arán en el transcurso de una campaña contra el conde de Urgel. Una muerte que llegó tras apenas 10 años de reinado, y sin dejar descendencia. A su muerte, heredó el reino Alfonso I El Batallador, el monarca que sí que pudo conquistar Zaragoza, y que estuvo a punto de destruir la existencia del propio reino.