Aragón está repleto de lugares mágicos. Y no solo por tener espacios naturales y monumentales impresionantes, sino también por las leyendas que se hunden varios siglos atrás. El Pirineo está repleto de esos lugares que antaño servían de lugar de reunión para las brujas, o donde vivían seres mitológicos.

Fruto de esa tradición, hay lugares que están envueltos en el misterio y que suponen un punto de atracción para los visitantes. Uno de esos destinos es el entorno de la Ermita de Santa Elena, en Biescas. De por sí, merece la pena acercarse hasta este rincón del Valle de Tena por la belleza natural de la zona y por la propia ermita levantada en el siglo XIII por el rey Jaime I de Aragón. Pero es que además, la ermita y la zona está rodeada de leyendas y misterios.

LA ERMITA DE SANTA ELENA TIENE SU ORIGEN EN LA VISITA DE UNA EMPERATRIZ ROMANA

Según cuenta la leyenda, la ermita fue levantada en recuerdo de la emperatriz Elena de Constantinopla, madre de Constantino I, el emperador romano que hizo legal la práctica del cristianismo en el Imperio Romano. Santa Elena, religió romana, es conocida por haber peregrinado a Jerusalén, donde encontró la Vera Cruz y construyó la basílica del Santo Sepulcro.

La leyenda que explica la construcción de la ermita situada cerca de Biescas cuenta que la emperatriz llegó a las montañas huyendo de quienes la perseguían a causa de practicar la fe católica. Al llegar hasta esta zona, la emperatriz se escondió en el lugar que hoy ocupa la ermita, y que la zona quedó cubierta de inmediato por una gran tela de araña que la ocultó de sus perseguidores.

El rey Jaime I ordenó construir esta ermita en el siglo XIII / Huesca la Magia

Cuando Elena abandonó su escondite, se dice que comenzó a brotar de forma milagrosa la fuente que da origen a la cascada La Gloriosa, y que en las piedras que pisó, quedaron grabadas las huellas de sus pies, uno hacia cada lado. También hay quien dice que la santa se paró a descansar en una piedra, que la piedra tomó forma de silla, y que de allí brotó el manantial.

Pero la leyenda no acaba ahí. Tradicionalmente se ha creído que el caudal de la fuente y de la cascada que cae hacia el río Gállego aumenta y decrece presagiando tragedias y calamidades, o épocas de prosperidad. También hay historias que aseguran que las aguas de esta fuente proceden del río Jordán, ya que se cuenta que un peregrino que llegó a la zona en la Edad Media descubrió flotando en sus aguas un bastón que había perdido durante su viaje a Tierra Santa.

EL PUENTE DEL DIABLO Y LOS DÓLMENES DE BIESCAS

Pero la leyenda de Santa Elena y de las aguas de La Gloriosa no son las únicas leyendas que hacen que esta zona esté relacionado con lo místico y lo mágico. En las cercanías hay par de dólmenes del Neolítico que podrían tener unos 5.000 años, estando así entre los más antiguos de todo Aragón.

En las cercanías también nos encontramos con el puente del diablo, también conocido de l’Asies. Según cuenta la leyenda, un joven de Biescas fue tentado por el demonio a tirar a su amada al vacío, en pago al pacto que habían firmado previamente para que la joven se enamorara del joven.

También aquel puente romano al que hoy llamamos El puente del Diablo, de donde se cuenta que un joven de Biescas fue tentado por el demonio a tirar a su amada al vacío, como pago por el pacto que previamente habían realizado para conseguir su amor. Según la leyenda, como la chica no hacía caso al joven, este invocó al diablo para que ella se enamorara perdidamente de él.

Un deseo que le fue concedido, a cambio de que hiciera lo que el diablo le pidiera en el futuro. Tras el enamoramiento de la moza, el demonio se le apareció reclamando su pago: y ese pago era que el joven de Biescas tirara a su enamorada al vacío.

El diablo exigió al joven montar en una escoba y salir volando sobre el barranco de La Sieso, de cara a Santa Elena. Y cuando estaba sobre el barranco, el diablo le ordenó empujarla. En ese momento, la chica invocó en ese momento a Santa Elena, y de esa forma, la santa intercedió y salvó la vida.