En el corazón de Aragón yace Escó, un pueblo marcado por las aguas del embalse de Yesa. Su historia, tejida con hilos de tradición y exilio forzado, se erige como un símbolo de resistencia ante la adversidad. Una vez bulliciosa comunidad agraria, hoy apenas alberga a tres almas valientes que se aferran a sus raíces con determinación.

La Asociación Pro Reconstrucción de Escó, un faro de esperanza en medio de la desolación, ha emprendido una cruzada para revivir el espíritu de este rincón olvidado. Su labor incansable, desde la restauración de la venerable ermita de la Virgen de las Viñas hasta la preservación de las tradiciones ancestrales, es un testimonio del poder de la comunidad para forjar su propio destino.

ESCÓ Y SU LEGADO SUMERGIDO

La historia de Escó desvela un rico pasado que se remonta a la Edad del Bronce, según atestiguan diversas investigaciones arqueológicas. Esta región está marcada por el paso de diferentes civilizaciones como los jacetanos, vascones y suessetanos celtas. Se transformó a lo largo de los siglos, pasando por manos romanas hasta integrarse en el reino de Pamplona en 921 bajo el mando de Sancho Garcés I y, posteriormente, en el reino de Aragón.

Se ubica en el canal de Berdún, una depresión geográfica en la comunidad de Aragón que siempre ha sido un territorio de paso hacia Navarra. De hecho, la localidad está a apenas 10 minutos en coche de territorio navarro, ya 42 minutos de su capital, Pamplona. Esta ubicación privilegiada explica en parte la lucha de reyes y pueblos a lo largo de la historia por su posesión.

EL EMBALSE DE YESA Y LAS AGUAS DEL OLVIDO

La construcción del embalse de Yesa a mediados del siglo XX sepultó su importancia. La presa se ideó a principios de siglo y tenía como objetivo alimentar el canal de las Bardenas y ocupar alrededor de 30.000 hectáreas. El proceso de edificación fue lento, iniciándose en 1928 hasta su inauguración en 1959.

En ese momento, las tierras fértiles de los ríos Aragón y Esca, los cultivos de cereales y viñas y las actividades ganaderas se fueron al traste. «Cada uno se fue adónde pudo. Creo que les debían de dar una cosecha a modo de indemnización. No tengo ni papeles porque fue en tiempos de mi abuelo. Pero según me dicen, les pagaron una cosecha. Más tarde, alguien con la cabeza lúcida les dijo que pidiesen la expropiación de las casas para conseguir algún dinero y poder comprar fuera, como en Pamplona o en Zaragoza, por ejemplo, alguien les dice que si un día quisieran volver, podrían hacerlo», explica José Luis.

EL CAMINO HACIA LA RECONSTRUCCIÓN

Escó vivió su apogeo de población en torno a 1940, con alrededor de 260 habitantes, pero la construcción del embalse fue fulminante en ese aspecto. «En los años 50 comenzó ya la diáspora, porque era la época también del crecimiento industrial. En 1975 desaparecieron todos. Solo quedó allí la familia de los pastores. Ahora viven en la casa que era de mi padre. Esta vivienda pertenece, como todo el municipio, a la Confederación Hidrográfica del Ebro, y les dejaron vivir allí», indica.

Esta familia estaba encabezada por el pastor Félix Guallar, que falleció en 2010. Desde entonces, sus tres hijos, son los únicos residentes. El mayor tiene 62 años, el mediano 59 y el pequeño 56. Este último, como señala el presidente de la asociación, «ya no tuvo vecinos», y todos recorrieron varios kilómetros a diario para ir al colegio, aunque no podía ir siempre si había lluvia o nevadas. «No tuvieron una vida fácil», añade.

LA LUCHA POR VOLVER A CASA

En los párrafos anteriores mencionamos la promesa que se hizo a los antiguos habitantes sobre la posibilidad de recuperar sus viviendas algún día. Algo que todavía no ha sucedido. «En los años siguientes al abandono del pueblo, hemos sido varias las personas, que nos hemos interesado por la reversión de las casas de nuestras familias, con solicitud formal. La respuesta ha sido siempre que no tenemos derecho alguno por haber realizado una expropiación voluntaria», señala.

José Luis lo intentó en dos ocasiones. La primera cuando tenía 18 años y aún vivía su abuelo. Pidió la reversión de la vivienda familiar y se la denegaron porque la salida de la vivienda había sido «voluntaria», una respuesta que no le convenció. «¿Voluntario? Voluntario por necesidad, lógicamente», apostilla.

En 1998 volvió a la carga y llegó hasta el Tribunal Superior de Justicia de Aragón. Sin embargo, el resultado fue el mismo. El abogado le dijo que tenía que haber ido a juicio la primera vez que lo intentó, ya que hubiera habido más probabilidades de éxito. «El pueblo continúa siendo propiedad de la Confederación y, tristemente, sigue hundiéndose. Si hubieran dado la opción de reversión en los años 80, habrían devuelto el dinero a cada uno», detalla.

LA ESPERANZA RENACE

Un año más tarde del primer intento de reversión por parte de José Luis nace la Asociación Pro Reconstrucción de Escó. Desde 1999, este ente se centra en la recuperación y reconstrucción del municipio, respetando su arquitectura y estructura tradicional, así como sus costumbres, tradiciones y actividades agrícolas.

En la actualidad, cuenta con 40 miembros con funciones variadas. Por ejemplo, disponen de un blog para documentar la toponimia local, publican trabajos de historia sobre la localidad y, sobre todo hoy en día, defienden su lugar en el Camino de Santiago Francés , el cual pasaba por el pueblo, pero se borró del mapa. . Asimismo, han frenado el expolio del patrimonio material, gracias al reconocimiento legal obtenido.

Uno de sus grandes logros fue la rehabilitación de la ermita de la Virgen de las Viñas. Este templo de los siglos XII-XIII se encontró completamente en ruinas y gracias a una colecta entre los antiguos vecinos, se pudo recuperar. «En el año 1998, el cura de Sigüés me preguntó por qué no arreglábamos la ermita. La gente respondió ya raíz de eso hicimos la asociación. No ha servido todavía para el fin que queríamos, que es el de recuperar el pueblo. Pero bueno , sí hemos podido recuperar un poco de la historia y el patrimonio inmaterial», cuenta.

Además de todos los esfuerzos por devolver a la vida Escó, los miembros de la asociación celebran una reunión cada 1 de mayo para recordar viejos tiempos y plantear proyectos esperanzadores para el futuro del municipio. «Ahora solo hay una casa en pie y la iglesia, pero es un pueblo con futuro. Hubo un par de arquitectos catalanes que se pusieron en contacto con nosotros para ver las posibilidades de rehabilitación e hicieron proyectos», indica.

TURISMO EN UN PUEBLO OLVIDADO

A pesar de su estado actual, Escó despierta cada vez más interés entre los turistas que buscan una experiencia diferente. La tendencia a visitar lugares abandonados está alza a nivel nacional, más cuando un determinado lugar se incluye dentro de un ranking recomendado por una revista o medio de comunicación.

Dada su belleza, su historia y ubicación geográfica, Escó acostumbra a aparecer en listados de pueblos desconocidos y/o abandonados que merecen le pena visitar. Y eso «se nota» en el número de foráneos que por allí se deja caer. De hecho, José Luis explica que una joven francesa se enteró de la historia del pueblo y acudió a la reunión que celebró la asociación el pasado 1 de mayo.

Además de las espectaculares vistas sobre el río Aragón y el Pirineo, los visitantes pueden disfrutar de varios elementos arquitectónicos. En primer lugar, la mencionada ermita de la Virgen de las Viñas, que combina la piedra original con la teja árabe. En segunda instancia, la iglesia de San Miguel de estilo románico y que fue construida en el siglo XII y tiene forma de cruz latina. En su interior, además, alberga el Retablo Mayor de San Miguel (1637) y con iconografía religiosa donde destacan las figuras de San Miguel y escenas de la Asunción. Y también el Retablo de la Virgen del Rosario (siglo XVI), con diferentes escenas y figuras de santos. Asimismo, quedan vestigios del cementerio o camposanto, cuyo muro rehabilitó la Asociación en el año 2007.