La odisea de Montse Palacian comenzó en abril de 2019 cuando le comunicaron que su hernia discal tenía que ser nuevamente operada. “Era la tercera operación a la que me iba a someter porque me dijeron que no había otra solución”.


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Desde aquel 15 de abril hasta hoy han pasado casi 18 meses. Los que lleva esperando a ser operada. Mientras tanto convive permanentemente con el dolor. El defecto de su hernia comprime su médula espinal y afecta a los nervios de sus brazos.

“Cada día pierdo un poco de fuerza corporal, tengo migrañas y me mareo constantemente. Si voy por la calle no puedo girarme porque me voy al suelo”, reconoce.

Después de ocho meses de espera, Montse decidió cogerse la baja laboral porque, según cuenta, no podía más. “No puedo mantener una conversación muy larga porque pierdo la referencia y me olvido de cosas. Trabajar era muy difícil para mi”.

El próximo mes de diciembre tiene que pasar por un  tribunal médico porque ya ha pasado más de un año desde que solicitase la baja. “Si me dicen que tengo que volver a trabajar tendré que hacerlo o dejarlo”, explica Montse.

“YA NO SÉ A QUIÉN ACUDIR”

En marzo comenzó el primer confinamiento y la espera se prolongó. “Había reclamado en enero pero me dijeron que tenía que guardar orden de prioridad y en agosto volví a reclamar porque mi médico de cabecera me insistió”, relata.

A Montse por fin le llegó una carta en septiembre donde le explicaban que únicamente e iban a hacer las operaciones urgentes y tendría que seguir esperando. “Hace poco explicaban desde Sanidad que las operaciones no urgentes se aplazaban desde este mes pero eso no es así. En verano ya aplazaron la mía”.

Fuentes del Gobierno de Aragón consultadas explican que las operaciones consideradas no urgentes se han ido retrasando dependiendo de la situación hospitalaria ante la COVID-19 y no del mes. Lo cierto es que esta zaragozana sigue luchando y no piensa parar.


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“He mandado una queda al Justicia y me han dicho que me responderán, y ahora voy a escribir al defensor del paciente”, anuncia. También se ha planteado contratar a un abogado pero reconoce que económicamente supondría demasiado esfuerzo.

  “Mi médico de cabecera me dice que no es normal que esto ha pasado de castaño oscuro. Y mientras tomo cinco pastillas diarias para soportar el dolor y voy perdiendo movilidad”, se sincera. A Montse le da miedo salir a la calle porque teme acabar con un daño irreparable.

“Si voy en el autobús y de repente frena bruscamente podría hacerme mucho daño. Me siento muy frágil”. Demasiado tiempo y demasiado dolor. Montse sigue luchando sola para salir adelante. Mientras tanto, su vida y su tiempo sigue pasando.