Tradición, cultura, identidad, estruendo… Hay muchas formas de intentar describir la Rompida de la Hora. Y digo de intentar, porque si no lo has vivido nunca, no sabes lo que siente cuando en medio de un silencio sepulcral, se rompe la noche al romper la hora al unísono miles de tambores y bombos en siete localidades de la Ruta del Tambor y el Bombo en la media noche del Jueves al Viernes Santo.

Calanda, tendrá su particular Rompida de la Hora a las 12 del mediodía del Viernes Santo. Y así estarán durante horas en todos los pueblos de la Ruta, salvo en Alcañiz, única localidad donde no se rompe la hora.

Ese sonido estremecedor y ronco de los tambores del Bajo Aragón entronca con lo más primitivo del ser humano. Tiene algo de mágico y de cautivador, como una gran comunión colectiva en la que participan todos los habitantes del pueblo, y que permite la vuelta de los que tuvieron que marchar para estudiar o para trabajar. El cineasta calandino Luis Buñuel describió ese sonido ronco, como «ese fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hacen temblar el suelo bajo nuestros pies».

La señal para romper el silencio de la noche (o del mediodía) es diferente en cada pueblo. Puede estar marcado por la vara del alcalde o alcaldesa, por las señales del reloj de la plaza, por el sonido de una corneta… Da igual cómo se empiece, lo importante es que tras esa señal, la tensión acumulada en los minutos previos desaparece y se transforma en el estruendo de los alrededor de 10.000 tambores y bombos que resuenan con fuerza y determinación en las localidades que rompen la hora.

EL ORIGEN DE LA ROMPIDA DE LA HORA

La plaza de la Puebla de Híjar en Jueves Santo / Ruta del Tambor y el Bombo

Realmente, no hay una fecha exacta sobre el momento en el que tiene su origen esta tradición tan arraigada en el Bajo Aragón. Ya en la Edad Media hay noticias de procesiones de distintas hermandades religiosas en esta zona, en localidades como Calanda, Híjar o Alcañiz.

Cuentan las crónicas que la Semana Santa más antigua es la de Híjar; ya en el siglo XII se hacía ruido con distintos utensilios en el Monte Calvario el Jueves por la Noche. A partir del siglo XVI, con la llegada al Bajo Aragón de la Orden Tercera de San Francisco, se instauraron los toques de tambores y los bombos de una forma mucho más organizada. Esa tradición se extendió por la zona a principios del siglo XX.

En Calanda, hay una leyenda popular que hunde las raíces de la tradición en tiempos de la Reconquista, cuando esta zona, recién conquistada por el reino de Aragón, era todavía tierra de frontera. Según esta leyenda, un grupo de pastores avistó una razzia árabe que se dirigía hacia la localidad para saquearla, y ante la amenaza, avisaron a sus convecinos a golpe de tambor.

De esta manera, los calandinos, que estaban celebrando la Semana Santa, pudieron refugiarse y evitar el ataque árabe. Desde entonces, los pastores se reunían el Viernes Santo tocando tambores para recordar aquel episodio. Pero más allá de las leyendas, lo cierto es que esta tradición hunde sus raíces en la Edad Media.

En 1550, un fraile, fay Pedro Merlo, prohibió esa manifestación sonora al creer que no era una tradición religiosa y que desvirtuaba las celebraciones de la Semana Santa. Y si un fraile se empeñó en desmontar esa tradición, es porque estaba muy arraigada en esta localidad bajoaragonesa.