Ver bañistas esporádicos darse un chapuzón en el Ebro no es una novedad. Algunas personas aprovechan las altas temperaturas del verano para refrescarse a orillas del Río, pero lo que no es común es que alguien decida bañarse en esta época del año.

Un hombre se lanzó ayer al Río Ebro, a la altura de la Basílica del Pilar, desafiando no solo a la fría temperatura del agua, sino a la fuerte corriente que lleva el río en estas fechas debido al deshielo y a las fuertes lluvias que cayeron la pasada semana en la ciudad.

Una acción temeraria que podría haber acabado en tragedia por el abundante caudal que arrastra. En un vídeo se puede ver al hombre nadando con fuerza para evitar ser arrastrado por la corriente y poder volver a la orilla.

EL BAÑO EN EL RÍO EBRO

A pesar de que bañarse en el Ebro no está prohibido ni sancionado, no hay que descuidar los peligros que conlleva el baño en estas aguas. La ley de aguas y el reglamento del dominio público hidráulico consideran el baño como un uso común de las aguas.

Por lo que dentro del dominio público hidráulico (ríos, pozas, lagos y embalses) el baño está permitido, a excepción de los lugares donde haya carteles indicativos de su prohibición por motivos concretos, que sí pueden ser regulados por ayuntamientos o por la Confederación Hidrográfica del Ebro. El bañista que haga uso de aguas naturales sin vigilancia, lo hará bajo su propia responsabilidad.

Ahora que con la primavera llegará el aumento de temperaturas, es crucial tener en cuenta que el río es un elemento vivo y que todas las precauciones son pocas. Por ello hay que evitar bañarse en cualquier agua cuyo fondo no seamos capaces de distinguir, y tener en cuenta que los ríos son elementos cambiantes que arrastran cosas que no somos capaces de ver.