El confort en el hogar no significa solamente estar cómodo y a una temperatura agradable. Los niveles de humedad en el ambiente son importantes para determinar la salubridad de un entorno y, en este aspecto, Zaragoza está muy mal posicionada por varios factores: el mal aislamiento de la mayor parte de viviendas, el exceso de calefacción como consecuencia de lo anterior… y el cierzo.

Cuando un viento tiene nombre propio hay que tener cuidado con él y, además de lo desapacible que puede resultar en la calle, es uno de los principales responsables de que los pisos en la capital aragonesa presenten ambientes excesivamente secos. Así lo explica el gerente del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Zaragoza (COAATZ), Lucio de la Cruz.

LAS CASAS TIENEN UN NIVEL DE HUMEDAD BAJO

En primer lugar, hay que tener en cuenta que Zaragoza cuenta con un parque inmobiliario que data, de media, de 1977. Como informaba recientemente HOY ARAGÓN, el 55,31% de los edificios son anteriores a 1980.

Y esa fecha es importante, porque a partir de ese año las nuevas construcciones debían disponer de aislamiento térmico, un elemento clave no solo para mantener la temperatura, sino también la humedad. Como indica De la Cruz, con base a los estudios realizados por el COAATZ en viviendas de Zaragoza, «se dan niveles de humedad muy bajos, especialmente en invierno».

La razón es el cierzo, un viento ya de por sí seco que, unido a un mal aislamiento, provoca que sea necesario «sobrecalefaccionar» las viviendas, lo que da como resultado que el ambiente se reseque todavía más. Hasta el punto de que se han obtenido mediciones entre el 15% y el 20% de humedad, lo que es realmente bajo y poco saludable. El nivel adecuado de humedad en los edificios estaría situado entre el 40% y el 60%.

Para hacerse a una idea, en los vuelos de larga distancia se recomienda a los pasajeros que se hidraten y utilicen crema, debido a que en un avión el nivel de humedad del aire es bajo, en torno a un 30%. Sin embargo, en Zaragoza en invierno esta humedad puede ser prácticamente de la mitad, y la exposición es mucho más prolongada, pasando en casa toda la noche y una mayor o menor parte del día.

De hecho, es a partir de la tarde cuando la humedad alcanza sus niveles más bajos, debido a que ya hace tiempo que se ha ventilado y las calefacciones llevan más tiempo encendidas. Esta exposición a ambientes secos no se detecta tan fácilmente como la temperatura, pero puede tener efectos sobre la salud, particularmente en el sistema respiratorio, los ojos y la piel.

Y lo peor de todo es que solucionarlo no es fácil. Un buen hábito es ventilar el hogar, aunque sea por un periodo de tiempo breve, porque esto permite que se normalice el nivel de humedad. No obstante, en una vivienda mal aislada no es suficiente.

Como señala el gerente de COAATZ, «un buen nivel de humedad se consigue principalmente con estrategias pasivas», es decir, con buenos aislamientos, porque con las instalaciones activas es complicado controlar la humedad sin que se vean afectados otros dos factores igualmente importantes: la temperatura y la concentración de CO2.

La fórmula perfecta es, como explica De la Cruz, contar con un buen aislamiento, unido a un sistema de ventilación de alta eficiencia con poder de recuperación. Esto permite que el aire que sale de la vivienda corra en paralelo al que entra, aportándole calor.

Estas cuestiones motivan que, en caso de que se esté planteando una reforma, se deba tener en consideración el nivel de aislamiento del inmueble, así como la incorporación de estos sistemas de ventilación, los cuales pueden ser instalados hasta en habitaciones y estancias de pequeñas dimensiones.

Por su parte, los humidificadores que pueden adquirirse en el mercado tienen una eficacia muy relativa, y sirven para casos muy particulares y, en todo caso, para espacios muy reducidos, no siendo útiles para mantener el nivel de humedad óptimo en una vivienda completa.