El antiguo Cine Elíseos se convertirá finalmente en un McDonald’s tal y como informamos en HOY ARAGÓN el pasado 2 de marzo. Y no por esperada, la noticia no puede ser más descorazonadora. Porque al final, esa reconversión es un paso más en la banalización y en la vulgarización de esta ciudad.


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Que una sala tan bella como el Elíseos, templo de la cultura cinematográfica, acabe siendo un restaurante de comida rápida, es algo que os aseguro que jamás nos perdonarán las generaciones futuras. 

En la actualidad (incluyendo a muchos de los que tienen capacidad de decisión), nos lamentamos de la desaparición de los edificios modernistas del Paseo de Sagasta, de joyas como la Universidad de la Magdalena, de iglesias, palacios y conventos que salpicaban y embellecían el Casco Antiguo.

Nos rasgamos las vestiduras y aseguramos no comprender cómo Zaragoza permitió que desaparecieran esos edificios renacentistas, barrocos, modernistas… Y ahora, esta ciudad no ha sido capaz de frenar este desatino que supone la transformación del último de los grandes cines zaragozanos en una hamburguesería.

El patio de butacas ya ha sido desmontado. En lugar de películas, se podrá pedir una hamburguesa / CINE ELÍSEOS

De poco me sirven esas excusas que he oído en estos días, que dicen que es una tendencia imparable y que en ciudades como Madrid sucede lo mismo. No me quiero fijar en esos lamentables ejemplos, prefiero fijarme en todas las ciudades (y hay un montón), en las que se protege el patrimonio comercial y cultural que hace que cada urbe sea única.

Y cuando hablo de conservar, no me refiero a que un restaurante de comida rápida mantenga la decoración de un local como el Elíseos. Para mí, eso es una dramática forma de reírse del pasado. Con conservación, me refiero a ser valientes por una vez en este bendita e inmortal ciudad y tratar de mantener el uso cultural de este espacio.

Propuestas ha habido desde una entidad que ha luchado desde su cierre para mantener el uso cultural del cine. La plataforma Salvemos el Elíseos ha lanzado ideas tan atractivas como que el cine fuera adquirido por el Gobierno de Aragón para instalar allí la Filmoteca de Aragón. 


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¿Os imagináis, en una ciudad tan cinéfila como Zaragoza, contar con una sala así dedicada al Séptimo Arte? Incluso la Filmoteca de Zaragoza podría haber tenido en este cine una flamante sede, volviendo a proyectar allí películas tal y como ya sucedió entre 1987 y 1992.

Para los que dicen que no hay presupuesto para todo, sobra decir que el dinero público se malgasta en asuntos banales a diario, y que un equipamiento como este hubiera dado prestigio a la ciudad, además de permitir que conserváramos una parte de nuestra historia reciente.

Pero con la reconversión del Elíseos en un local de comida rápida, Zaragoza prosigue en su camino de hacer desaparecer todo lo que merece la pena, todo lo que podría hacer que la capital aragonesa fuera una urbe de futuro y con proyección.

Por mi parte, cada vez que pase por esa icónica marquesina, entonaré un lúgubre réquiem y me acordaré de esas tardes de magia en las que acudía a soñar con las películas que se proyectaban en esta céntrica sala. Era un ritual casi místico para los amantes del buen cine sacar las entradas, acceder bajo esa marquesina tan elegante y urbanita, y entrar en este espacio que te rodeaba con su estética decadente.

Esas tardes de cine, y cena posterior que te hacían sentir cosmopolita, nunca más volverán. A partir de ahora, en lugar de disfrutar de películas firmadas por directores como Woody Allen, allí se podrá pedir una Big Mac. En un ambiente palaciego, eso sí. Todo muy cool y moderno.


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Es el paso de los tiempos, el mejor ejemplo de la vulgarización de una ciudad que, pese a todo el talento y la historia que tiene, hace mucho que renunció a ser una capital respetuosa con su pasado y con su identidad. La falta de sensibilidad ante este tipo de cosas son el mejor ejemplo de por qué Zaragoza no termina de despegar.

*Nacho Viñau es redactor colaborador de HOY ARAGÓN