La palabra somarda no aparece en el diccionario de la RAE, pero bien sabemos por aquí lo que  significa. El somardón es alguien reservado, simplón en apariencia, que parece que no le va ni le viene lo que sucede a su alrededor y algo socarrón. Con este término se suele describir al típico aragonés, a nuestro fenotipo cultural. 


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El riesgo de esta actitud es que alguien piense que, por no enfadarse y no dar la matraca, al aragonés todo le es indiferente. Pero el somarda no es un pasota, siempre observa en silencio. Y, hoy, observa y padece que somos la autonomía que más tarde paga a los proveedores, que tenemos una inflación por encima de la media mientras que el PIB crece por debajo de la media y que los aragoneses somos cada vez más pobres (2.000€ menos de renta per cápita).


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Y observa y padece que Aragón cerró el tercer trimestre con 58.000 parados, pasando de la cuarta tasa de paro más baja a la séptima, y que nuestras empresas salen corriendo buscando mejores sitios donde les dejen crecer (66 compañías se han mudado desde junio, más que en todo 2021). 

Y observa y padece que, para gestionar los mismos servicios que hace 10 años, Lambán gasta un 40% más y que la deuda crece un 30%. Y que encima deja inversiones sin ejecutar y nos pone a la cola de las listas de espera en sanidad. Eso sí, con un 25%  más de altos cargos y personal a dedo en su Gobierno y un 17% más de empleados públicos.

«Aragón cerró el tercer trimestre con 58.000 parados, pasando de la cuarta tasa de paro más baja a la séptima, y que nuestras empresas salen corriendo buscando mejores sitios»

Y observa y padece el mayor gasto que supone la mala gestión. Y que, por ello, Lambán siempre está en el podio de los rascabolsillos autonómicos: oro en impuesto de patrimonio, plata en IRPF a las rentas medias y bronce en impuesto de sucesiones.

Esta semana se celebra el debate sobre el estado de la Comunidad y nuestro Presidente nos dirá que vivimos en el mejor de los aragones posibles. Ante ello y con todos esos datos podemos enfadarnos y mostrarnos muy indignados o, como buenos aragoneses, decirle que seremos somardas, pero no tontos.