Es llamativo cómo la Inteligencia Artificial, un concepto que lleva desarrollándose décadas, en poco más de un año ha pasado a ser un tema de conversación que puedes encontrar en el supermercado de tu barrio. 

Si menciono Chat GPT o Dall-e, probablemente te suenen. La primera “herramienta” es un chat con el que puedes interactuar como si de un humano se tratase. A la segunda herramienta puedes pedirle que te cree una imagen, y se pondrá a “dibujar” en segundos. Lo que ambas herramientas tienen en común es la organización que las ha creado, Open AI. 

Open AI se fundó como una organización sin ánimo de lucro, si bien actualmente es fácil concluir que tiene el mismo ánimo de lucro que tendría cualquier otra empresa privada. Indagando un poco más en la organización, nos enteramos de que su CEO, o director, es Sam Altman, ex presidente de Y Combinator. Y Combinator es la mayor aceleradora de empresas (startups) del mundo. Con estas credenciales, no es difícil comprender que, para evolucionar a esta velocidad, Sam Altman ha utilizado el mismo método que el que usaba en las empresas de Y Combinator, el modelo de Silicon Valley. Pero ¿qué implica este modelo? 

El modelo de Silicon Valley, y que tan buenos resultados ha dado a la economía de la región, se basa en la inversión de grandes cantidades de dinero en proyectos altamente innovadores. Open AI ya ha recibido más de 12 mil millones de dólares de financiación. Estos proyectos tienen un potencial enorme de fracaso, pero también tienen un pequeño potencial de convertirse en una empresa gigantesca que valga miles de millones de dólares, o incluso billones. Por ejemplo, Apple tiene un valor que es varias veces el PIB de España. 

Invertir en este tipo de empresas innovadoras, también conocidas como startups, es un deporte de alto riesgo, y como todo deporte de alto riesgo hay que conocer bien los peligros y tomar precauciones. Casi nueve de cada 10 startups fracasan y el inversor pierde todo, sin embargo, si se han hecho bien las cosas, la décima dará suficiente rentabilidad para cubrir las pérdidas de las otras nueve. No sólo esto, si no que esta empresa puede llegar a generar cientos, o miles de puestos de trabajo cualificados, y actuar como motor de su región, ayudando a la creación de más empresas innovadoras. 

En España llevamos más de una década utilizando este modelo, y en algunas regiones ya está dando sus frutos. Tenemos que seguir apoyando a los emprendedores y no poner palos en las ruedas a los inversores que arriesgan su capital en proyectos de este tipo. La alternativa es quedarse atrás, y quejarse de que la tecnología ha dejado obsoletos cientos de puestos de trabajo. En lugar de eso, trabajemos por crear una economía moderna y vibrante que genere miles de puestos de trabajo cualificados. 

Si quieres adentrarte más en el mundo de la innovación y de las startups, te recomiendo que te acerques el 22 de junio al Ebro Innovation Day que se celebrará en Zaragoza y que te reserves el 5 de octubre para el StartupFest, que reunió el año pasado a más de 300 asistentes, incluyendo decenas de emprendedores e inversores de éxito de toda España.