El continente europeo alberga una variedad de recursos naturales y uno de los más valiosos es el oro. La región ha sido testigo de importantes hallazgos de este preciado metal a lo largo de la historia. Sin embargo, la apertura de la mina de oro más grande de Europa ha desatado un debate acalorado entre aquellos que ven en ella una fuente de riqueza y desarrollo económico, y aquellos que están preocupados por los impactos ambientales y sociales que pueda generar.

La localidad asturiana de Tapia de Casariego esconde la reserva de oro más grande de Europa: se estima que bajo tierra, en las conocidas como lagunas de Salave, pueden esconderse hasta 30 toneladas de este metal precioso, algo que equivaldría al 10% de las reservas de oro del Banco de España.

Con la retirada del Imperio Romano la mina quedó olvidada. A partir de 1825, cuando se promulgó la primera Ley de Minería en España, todo comenzó a revolverse de nuevo. Hasta mediados del siglo XX diversas compañías fueron solicitando permiso para la extracción de plata, molibdeno, hierro, cobre, zinc, estaño o wolframio, entre otros. Incluso se llegaron a desaguar los Lagos de Silva para iniciar una nueva explotación que después se frustró.

La mina de oro de Salave lleva creando controversia en Tapia de Casariego durante las últimas décadas. Así, en el año 2005 nace la asociación Oro No, un organismo vecinal que lleva casi 20 años luchando por evitar que se explote este yacimiento. A ella se le suman diversas cofradías de pescadores, asociaciones de armadores, asociaciones de turismo rural, hosteleros y grupos ganaderos.

Todos ellos han firmado un manifiesto de oposición a la mina de Salave en el que exponen su preocupación y rechazo al proyecto propuesto por EMC. En él denuncian que el vertido se realizaría en el Espacio Natural Protegido, ZEC (Zona de Especial Conservación) y ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves) de Penarronda-Barayo. Además, señalan que este contendría muchos metales pesados bioacumulables por la cadena trófica, con el consiguiente impacto que supondría.

Todavía se siguen analizando los terrenos y las muestras para valorar si hay suficiente potencial como para volver a abrir la mina y extraer oro ya sea a través de una explotación abierta o subterránea. 

La apertura de una mina de esta magnitud también plantea desafíos y preocupaciones importantes. La principal discrepancia se centra en los posibles impactos ambientales y sociales que la actividad minera podría tener en la región. La extracción de oro puede tener consecuencias negativas para el medio ambiente como en el uso de productos químicos tóxicos, como el cianuro, en el proceso de extracción plantea riesgos de contaminación del suelo y del agua. Además, la deforestación y la degradación del paisaje son preocupaciones adicionales relacionadas con la minería a gran escala.

Otro punto de controversia es la sostenibilidad a largo plazo de la actividad minera. Si bien la extracción de oro puede ser beneficiosa en términos económicos a corto plazo, existe la preocupación de que la dependencia excesiva de este recurso natural no renovable pueda afectar negativamente a otras industrias y a la diversificación económica en la región. La apertura de una mina de esta envergadura también puede tener implicaciones sociales: la llegada de trabajadores y la afluencia de personas externas pueden generar tensiones en la comunidad local, así como impactos en la calidad de vida y en la estructura social de la región.