Durante siglos, el barrio de San Pablo, conocido popularmente como El Gancho, fue uno de los más dinámicos y ricos de la ciudad. En el epicentro del barrio, orgullosa, la torre mudéjar de San Pablo forma parte del skyline de la ciudad desde hace siglos. Pese a que necesita una rehabilitación urgente que le devuelva su esplendor, la torre es un icono dentro del Casco Histórico de Zaragoza.

No en vano, la torre octogonal forma parte de San Pablo, un templo de gran tradición en la ciudad que es considerado por muchos como la tercera catedral de la capital aragonesa por sus dimensiones, por su historia y por su espectacularidad.

Entrar en su interior, es como volver varios siglos atrás gracias al estado de conservación de un templo al que, una vez que hemos entrado en su interior, se accede descendiendo por una escalera que en momentos como la Semana Santa nos deja espectaculares imágenes a la hora de sacar los pasos.

El edificio conserva en su mayoría la construcción mudéjar, aunque está muy enmascarara por ampliaciones, reformas y edificios anexos construidos durante varios siglos. Aún así, conserva todo su esplendor, habiendo sido declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde 2001 por ser un exponente singular de la arquitectura mudéjar aragonesa.

ORÍGENES MEDIEVALES

La parroquia tiene su origen en el barrio de labradores del mismo nombre que se extendió extramuros hacia el oeste tras la conquista de la ciudad por Alfonso I El Batallador en 1.118, expandiéndose entre los siglos XII y XIII. En esa zona se creó una ermita dedicada a San Blas, y en 1210, el rey Pedro II dispuso que se poblara el entorno cercana a dicha ermita.

En 1218, su hijo, Jaime I el Conquistador, confirmó el poblamiento y decretó que en este lugar se ubicara el mercado de la ciudad, los almacenes reales de los granos y la sal, y la tabla de cobranza de los derechos reales. En 1226, este núcleo habitado que era conocido hasta entonces como «Población del Rey», comenzó a llamarse Barrio de San Blas.

En 1259 se produce otro hecho fundamental para el templo, y para el barrio. El obispo de Zaragoza, Don Arnaldo de Peralta, obispo de Zaragoza, constituyó la ermita de San Blas en parroquia bajo la titularidad de San Pablo, y la incorporó al arcedianato de la Seo. El aumento de población del barrio gracias a la instalación de artesanos, mercaderes, agricultores y distintas órdenes religiosas provocó la creación de esta parroquia, y que el barrio comenzara a llamarse también de San Pablo.

En 1284 se demolió la antigua ermita de San Blas y se comenzó a construir la iglesia de San Pablo. Al derribarse esa ermita, se construye un templo de nave única con una torre campanario de la que ya hay noticias en 1343. Con el aumento de población del barrio, el templo se amplió a finales del siglo XIV, añadiéndose dos naves laterales con girola, un claustro y las capillas laterales.

LOS PRINCIPALES ELEMENTOS DE LA IGLESIA DE SAN PABLO

La torre campanario tiene forma octogonal, tiene 66 metros de altura y 157 escalones. La torre comenzó a construirse en el último tercio del siglo XIII y se terminó en el primer tercio del siglo XIV, José de Yarza en 1849. Las campanas no se ven desde el exterior de la torre, ya que cuelgan del techo de la sección más antigua.

En origen, la torre era exenta, y quedó envuelta en el claustro por las obras de ampliación de 1389, por lo que la base no se puede ver desde la calle. La estructura de la torre es similar a la de los alminares almohades.

En el interior, destacan elementos como el retablo mayor de madera policromada y dorada. De ornamentación gótica y con relieves y escenas renacentistas, fue creado por Damián Forment entre 1511 y 1531. Forment, además de crear este retablo con escenas de la Pasión de Cristo y de la vida de San Pablo, es famoso por ser el autor de retablos tan importantes como el de la basílica del Pilar, el de la seo de Huesca, el de San Miguel de los Navarros de Zaragoza o el del Monasterio de Poblet. Junto al altar, llama la atención el frontal de plata repujada y labrada en 1720.

El retablo llevo la firma de Damián Forment / Turismo de Aragón

Pero si por algo llama la atención el retablo, es porque cuenta con dos grandes puertas de media tonelada de peso cada una de ellas. Y eso es una rareza entre las iglesias aragonesas. Las puertas fueron pintadas en 1596 por Antonio Galcerán y pro su hijo Jerónimo de Mora con escenas de la vida de San Pablo, y en tiempos se cerraban durante la Cuaresma hasta la llegada de la Pascua de Resurrección. Puertas similares también existían en la Seo y en el Pilar, aunque solo nos han llegado las puertas del altar de San Pablo.

El coro, situado junto a la puerta principal que da a la calle de San Pablo, es de estilo gótico tardío, y se inspira en el de La Seo. El órgano gótico, que sigue todavía en uso, fue fabricado por Johan Ximénez Garcés, mientras que la tribuna es del XVI y la verja es del XVIII. En el interior también destacan los arrimaderos de cerámica de Muel que cubren los muros laterales, y el claustro, realizado en ladrillo, y desde el que se pueden ver los tramos inferiores de la torre mudéjar.