En la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, las calles respiran una historia compartida con Zaragoza, aunque muchos desconocen esta conexión. Un vínculo sorprendente entre ambas ciudades se manifiesta en los rótulos de las calles de la zona colonial de Santo Domingo, confeccionados por hábiles manos zaragozanas.

Con estos rótulos, diseñados en la localidad de Muel y enviados a la República Dominicana, se puede apreciar el nombre de la calle, acompañado de un texto que reza «Muel (Zaragoza)», marcando así el origen de estas piezas artesanales.

LA HISTORIA DE LA CERÁMICA DE MUEL

La cerámica de Muel ha tenido una larga trayectoria histórica, extendiéndose desde utensilios de cocina hasta la arquitectura. Ejemplos notables de su uso incluyen el Palacio de la Aljafería y las iglesias de numerosos pueblos del Campo de Cariñena. Pero es en Santo Domingo donde esta tradición artesanal zaragozana adquiere una dimensión internacional, decorando las calles de su zona colonial.

Con la industrialización y la popularización del plástico, el oficio alfarero en Muel experimentó un declive, desapareciendo casi por completo hacia 1920. Sin embargo, en 1964, la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) tomó la decisiva iniciativa de revivir esta tradición. Se creó un primer taller formativo para los residentes de Muel y, más tarde, en 1975, se estableció la actual instalación, basada en la técnica mudéjar.

La cerámica de Muel es una expresión artística reconocible a simple vista y apreciada en todo el mundo, fruto de una rica herencia que comenzó con los mudéjares y se perpetuó gracias al empeño de Enrique Cock, un arquero real al servicio de Felipe II, que se dedicó a recopilar y preservar este arte.

Hoy, los rótulos de las calles de Santo Domingo no solo sirven como señalización práctica, sino también como embajadores culturales de Zaragoza y testimonios de un arte ancestral que ha trascendido océanos y siglos.

En ellos se refleja no solo el talento de los artesanos de Muel, sino también la historia compartida entre España y la República Dominicana, un legado que continúa vivo en cada esquina de la capital dominicana.