Durante las fiestas del Pilar, la jota resuena por todos los rincones de la ciudad. En la ofrenda, en las rondas joteras, en los restaurantes que participan en los Pilares GastroWeek, en el escenario de la plaza del Pilar…. En estos momentos, la jota está en plena carrera para convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El pasado mes de julio, el Consejo de Ministros aprobó un real decreto por el que se declaraba la jota como género tradicional del patrimonio cultural inmaterial, un paso previo importante para apoyar la candidatura de la jota como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, en el que está participando 15 comunidades autónomas.

Pero sin duda, si hay una Comunidad Autónoma que ha hecho suyo este género musical, esa es la comunidad aragonesa. Aquí se canta y se baila con pasión, siendo el baile más representativo y extendido entre todas las danzas populares existentes a lo largo y ancho del territorio. En las fiestas populares, y también en casa en las celebraciones familiares, donde muchas veces alguien se arranca a cantar alguna jota.

Los orígenes de la jota son un auténtico misterio. Hay estudiosos que dicen que deriva de una danza griega, otros que podría tener raíces godas o celtas. Hay quien dice que podría tener un origen árabe, aunque estudiosos como el compositor Tomás Bretón niegan este extremo, y creen que la jota moderna puede ser una variación y consecuencia del fandango, o incluso puede proceder de Italia, «de El Carnaval de Venecia», que tiene la misma hechura que la jota».

Demetrio Galán Bergua fecha la existencia de este género (aunque todavía no se llamaba jota), en 1666, con el villancico de José Ruiz de Samaniego, maestro de capilla del Pilar, que tiene características similares a la jota. Lo que está claro es que el baile es anterior al cante, ya que no hay letras de jotas anteriores al siglo XIX.

El catedrático, historiador y cronista de Zaragoza, Antonio Beltrán, afirmó que el nacimiento de la jota moderna tuvo que producirse no antes del siglo XVIII, y que su difusión por la Península se hizo durante el siglo XIX, años después de popularizarse en Aragón. De hecho, en la época de Los Sitios de Zaragoza la jota muestra su empuje.

Los orígenes de la jota son inciertos / HA

Para Antonio Beltrán, la jota aragonesa es «el resultado de una estilización de ritmos ternarios y bailables, que se ralentizaron y adornaron para lucir en el canto, sobre cuyos grandes intérpretes y variedad descansa la importancia del género en esta región».

En 1828 está documentado que mientras Zaragoza honraba a Fernando VII, los mozos salían a media noche a rondar las casas de las jóvenes zaragozanas cantando y tocando jotas aragonesas con guitarras, bandurrias y violines, entre otros instrumentos, dejando así claro que en ese momento la jota estaba plenamente asentada y popularizada.

A partir de  1750 hay abundantes jotas en los sainetes, entremeses, zarzuelas, tonadillas y otras obras teatrales populares. Varias de ellas tienen un estribillo en el que se nombra el género: “a la jota, jota…”, señala Javier Barreiro.

También a mediados del XIX comienzan a destacar varios cantadores de jota, que ayudaron a extender y popularizar más si cabe este género. Uno de los primeros fue el Tío Chindribú, que actúa en Épila desde 1840. También destacan figuras comoel Royo del Rabal o el Tuerto de las Tenerías y, ya comenzado el siglo XX, Manuel Asso, José Oto,  Cecilio Navarro, o el Pastor de Andorra, que popularizó la icónica jota Palomica. A finales de siglo sucede otro hito para este género musical, al aparecer el primer cancionero oficial, la Recopilación Lapuente-Sola, fruto de un evento llamado la Fiestas de la Jota y que se celebró en 1894 en el Hotel Inglés de Madrid.