En los anales de la historia de al-Ándalus, la figura de Yúsuf al-Mutaman irradia con luz propia, marcando una era dorada para la Taifa de Zaragoza durante el siglo XI. Heredero de Al-Muqtádir, al-Mutaman no solo consolidó el legado político de su padre, sino que también elevó el reino a nuevas alturas de esplendor cultural y científico, convirtiéndose en uno de los monarcas más ilustres de su tiempo.

Al-Mutaman asumió el trono en 1081, en un periodo marcado por la fragmentación política de la península ibérica y la amenaza creciente de los reinos cristianos del norte.

A pesar de las tensiones, su reinado destacó por una firme defensa de sus dominios, que incluían ciudades clave como Zaragoza, Tudela, Huesca y Calatayud, frente a los avances de Sancho Ramírez, rey de Aragón. En este contexto, la figura del Cid, desterrado por Alfonso VI, emerge como un aliado vital, ofreciendo sus servicios militares a al-Mutaman en una época de constante conflicto fronterizo.

Pero más allá de sus hazañas militares, es en el ámbito de la cultura y la ciencia donde al-Mutaman dejó un legado perdurable. Su corte, situada en el espléndido palacio de la Aljafería —conocido entonces como el «palacio de la alegría»—, se convirtió en un refugio para intelectuales y artistas, continuando la tradición de mecenazgo iniciada por su padre.

AL-MUTAMAN: UN ERUDITO EN MATEMÁTICAS, ASTROLOGÍA Y FILOSOFÍA

En este ambiente de florecimiento cultural, al-Mutaman destacó por su propia contribución al mundo del conocimiento, especialmente en las disciplinas de las matemáticas, la astrología y la filosofía.

Entre sus aportaciones más notables se encuentra el Kitab al-istikmal o Libro de la perfección y de las apariciones ópticas, una obra que no solo recopilaba el saber matemático de la antigüedad griega, sino que también introducía innovaciones propias.

Este tratado abarcó desde los números irracionales hasta problemas geométricos complejos, como la cuadratura del segmento parabólico y el trazado de tangentes a circunferencias, evidenciando un profundo entendimiento de la materia.

El impacto de al-Mutaman trascendió las fronteras de al-Ándalus, con su obra difundiéndose por el mundo islámico hasta llegar a lugares tan lejanos como Bagdad en el siglo XIV. Aunque su influencia en Occidente fue limitada, la transmisión de su trabajo a través de figuras como Maimónides asegura su lugar en la historia intelectual.

La muerte de al-Mutaman en el mismo año que Alfonso VI conquistó Toledo, 1085, marcó el fin de una era. A pesar de las adversidades políticas y militares, su reinado se recuerda como un período de florecimiento cultural y científico, en el que Zaragoza brilló como un faro de conocimiento y sabiduría en la península ibérica.

A través de su pasión por el conocimiento, su mecenazgo de las artes y ciencias, y su destreza tanto en el campo de batalla como en el intelectual, Yúsuf al-Mutaman personifica el ideal del monarca erudito, cuyo legado continúa inspirando.