Zaragoza en el siglo XV era una ciudad floreciente y con una pujante economía. La capital del Reino, como cabeza de la Corona de Aragón, era el lugar en el que se coronaban los reyes. Y no lo hacían de cualquier manera. La ciudad vivía con emoción y alegría las coronaciones de sus monarcas, siguiendo un estricto protocolo.

La coronación se realizaba en La Seo, tras el privilegio que el Papa Inocencio III concedió en 1205 al rey de Aragón Pedro II, tras un viaje a Roma un año antes para renovar su vasallaje al Papa, siguiendo de esta manera los pasos que ya dio su antecesor el rey Sancho Ramírez

Desde ese momento, los monarcas de la Corona de Aragón tuvieron el privilegio de ser coronados en la catedral de Zaragoza. Cada soberano iba mejorando esa ceremonia, dotándola de mayor solemnidad.

Esas celebraciones se regularon por completo por Pedro IV El Ceremonioso, el rey que estableció las normas y el protocolo que marcarían la coronación a partir de ese momento en La Seo de Zaragoza, ciudad que se consideraba cabeza del reino y de la Corona. Esas normas fueron recogidas en un libro de ceremonial que era de los más ricos de Europa en ese momento.

LA RECREACIÓN DE LA CORONACIÓN DE FERNANDO DE ANTEQUERA

Ahora, el Gobierno de Aragón recreará en Zaragoza entre el 8 y el 10 de noviembre una de esas coronaciones reales para difundir la historia de Aragón. Concretamente, se va a recrear la coronación de Fernando de Antequera. Este monarca, coronado como Fernando I de Aragón, fue el primer rey de la dinastía Trastámara tras celebrarse el Compromiso de Caspe, poniendo fin así al problema sucesorio que supuso la muerte sin descendencia de Martín I El Humano.

La elección de la coronación de Fernando de Antequera no es causal. El cronista del Reino, Jerónimo Zurita, describió la coronación de este rey, cebrada en Zaragoza el 11 de febrero de 1414, como la de «mayor pompa y solemnidad que se vio jamás en estos reinos». De hecho, es una de las coronaciones que más documentación archivística nos ha legado.

Además de la pomposidad y del protocolo que emanaba de las Ordinacions dispuestas por Pedro IV, Fernando I quiso tener unos fastuosos festejos para legitimar su reinado, dado que acababa de ser elegido monarca y pertenecía a una dinastía castellana. Esa fastuosidad tenía una clara función propagandística y de poder.

La Seo acogía la coronación de los reyes aragoneses / Turismo de Aragón

Durante esos días, había tres escenarios que acogían las celebraciones: La Seo, donde se celebraba la coronación, el palacio de la Aljafería, sede del banquete de la coronación, y las propias calles de la capital del reino, que se convertían en el escenario de fiestas, justas y entremeses, además del recorrido real que partía de la Aljafería camino de la coronación en la Seo.

Esos escenarios, protagonizarán también la recreación. Para que tenga rigor histórico, la Dirección General de Patrimonio, impulsora de esta fiesta, va a colaborar con la Universidad de Zaragoza.

La recreación, además de campamentos militares y distintas actividades por las calles de Zaragoza, recrearán los principales elementos de esos festejos que transformaron la capital aragonesa en una gran fiesta según las fuentes históricas que nos han llegado.

El 10 de febrero de 1414, Fernando, vestido con sus mejores galas, se desplazó con la comitiva real desde el palacio de la Aljafería a La Seo atravesando la calle Predicadores, con las fachadas engalanadas y entre los vítores de los zaragozanos al grito de «Aragón Aragón». El futuro monarca iba acompañado de sus hijos, además de los estamentos de los distintos reinos y territorios de la Corona.

En la catedral, y durante la noche, Fernando veló sus armas siguiendo las normas de Pedro IV. Al día siguiente, el domingo, y tras escuchar misa solemne, el monarca juraba los fueros y era coronado, tomando él mismo la corona, el cetro y el orbe depositado en el altar de La Seo.

También nombró a su hijo Alfonso como Príncipe de Gerona, el título que se le otorgaba como heredero de la corona aragonesa, imponiéndole un manto sobre los hombros, y dándole una vara de oro. La reina Leonor de Alburquerque, también fue coronada en La Seo, aunque esa ceremonia se celebró el miércoles, tres días después.

Tras la coronación en la Seo, la comitiva real regresó de nuevo a la Aljafería. El rey, montado en un caballo blanco y bajo palio, y portando las insignias reales en sus manos. Cuentan las crónicas que el recorrido por las calles de Zaragoza duró cuatro horas a causa de las bailes y juegos con la que los habitantes de la capital del reino tributaban al nuevo monarca.

Una vez en La Aljafería, se celebraba un gran banquete en el que también se celebraban entremeses. En el caso del banquete de Fernando I, destacó la presencia de un castillo sobre ruedas en el que se emplazaba una gran jarra giratoria con flores blancas, símbolo de la pureza e inocencia de María en su Anunciación.

Esa jarra era rodeada por seis doncellas cantando y una Águila dorada, con corona, que llevaba un collar con la divisa personal del rey, llamada precisamente de la Jarra y el Grifo, emblema de la Orden Caballeresca instituida por Fernando en 1403.

Durante el entremés, un niño vestido con ropajes con las armas reales de Aragón y blandiendo una espada, salía de la jarra de plata depositada en el centro del castillo para derrotar al grifo, que acompañado por moros alarbes, lo atacaba, tratando de vencer a sus defensores: las seis doncellas y el águila dorada coronada.