El momento económico actual es un arma de doble filo y, además, pende de un hilo. El empeño del Banco Central Europeo en frenar la inflación subiendo los tipos de interés por ahora no ha dado los frutos deseados, y ya se observan indicios de parálisis en la actividad, que suele ser la antesala de una recesión.

Sin embargo, desde la salida de la pandemia, los agentes sociales han hecho los deberes: los acuerdos han llegado en la mayor parte de convenios laborales y, en el ámbito empresarial, el esfuerzo de seguir adelante incluso dando pérdidas ha posibilitado el sostén de la economía.

Sobre la situación actual en la Comunidad, los retos y las incertidumbres, conversa con HOY ARAGÓN la presidenta de CEPYME Aragón, María Jesús Lorente.

PREGUNTA: ¿Cómo valora el dato del paro de septiembre en Aragón, con un ligero descenso del 1,45% respecto a agosto?

RESPUESTA: No es sorprendente, si bien julio y agosto no fueron meses típicos, y el paro no bajó todo lo que hubiera debido. Ahora nos ha salvado el sector de la Educación y esto tiene una segunda lectura: en julio y agosto aumentó el desempleo femenino y ahora ha ocurrido lo contrario, porque muchas mujeres trabajan en el ámbito educativo. Mientras sigamos con la estacionalidad, continuaremos así.

¿Qué considera que debería hacerse para evitar estos vaivenes?

Reindustrializar, todo el tejido empresarial está de acuerdo en ello. Los políticos deberían entender que la solución viene por ahí. Pero no estamos hablando sólo del sector del metal o de la automoción. Por ejemplo, también impulsar un turismo de calidad, no estacional y profesionalizado.

Y todo ello debe ir acompañado por un sistema educativo acorde con las necesidades del mercado laboral. En la agroindustria es lo mismo: el campo de hoy no es el de hace 20 o 30 años: cambio climático, sequía…

Tenemos la ventaja de que contamos con mucho territorio y animales, con empresas que están salvando el sector siendo líderes en porcino, cordero, alfalfa, fruta de hueso… Es un ámbito fundamental para nuestra economía y se ve en disyuntivas como el relevo generacional o la necesidad de temporeros. La Administración debe poner la vías junto a los agentes sociales y ponerse las pilas, mientras tanto estamos abocados a la estacionalidad.

Otra de las cuestiones que afecta a la Comunidad es la despoblación, ¿cómo enfrentarse a ella desde el punto de vista empresarial?

Siendo capaces de generar emprendimiento, dar servicios, generar educación que cubra las necesidades del entorno, tener una red de Internet que no se caiga… Todo esto genera un efecto llamada. Trabajamos en crear ecosistemas para generar empleo de calidad.

Estamos viendo en Aragón que, por una parte, los empresarios denuncian la falta de profesionales y, por otra, sigue habiendo más de 50.000 parados. ¿Cómo puede explicarse?

Es la gran pregunta. En CEPYME decimos que hay dos autovías que van en paralelo pero no se encuentran, por lo que una no puede nutrir a la otra. En primer lugar, debemos ser honestos y saber si efectivamente todos los que figuran en las listas del paro están en búsqueda activa de empleo.

Después, entre aquellos que sí están buscando empleo, vemos que no tienen las condiciones que el empresario necesita. De ahí la necesidad de que exista una formación adecuda para esas personas, que tal vez son trabajadores con conocimientos obsoletos, o que vienen de empresas obsoletas.

Las políticas activas de empleo han fallado. Los agentes sociales sabemos lo que necesitamos. Lo que pedimos a la Administración es que nos escuchen: hay que abordar no sólo la Universidad y la Formación Profesional, también hay que ir a los institutos. Tal vez los conocimientos que están adquiriendo los estudiantes no son los adecuados.

Con la Universidad de Zaragoza nos ha sorprendido que, al explicarles los perfiles y las capacitaciones que buscábamos, nos han comunicado que nadie se las había explicado. Además, aparte de los conocimientos técnicos son necesarias habilidades que hay que abordar, tales como la empatía, la asertividad, el trabajo en equipo, la generación de sinergias, ser nativos digitales… ¿Eso dónde se estudia?

¿Considera que también han cambiado las necesidades de los trabajadores?

Por supuesto, la sociedad cambia y los jóvenes demandan otras cosas. Después de la pandemia, lo primero que te piden es flexibilidad y conciliación. Muchos jóvenes, por ejemplo, no tienen coche y no tienen intención de tenerlo. No es tanto el teletrabajo, si bien queda ese poso en aquellos ámbitos laborales que lo permiten.

No es una cuestión de salario, y se ha hecho un gran esfuerzo con los convenios colectivos. Es el salario emocional: las empresas hemos aprendido que sólo con poner una oferta de empleo no van a venir los candidatos. Hay que atenderlo y, una vez se incorpora a la empresa hay que saber retenerlo, y esto ocurre tanto en una ingeniería muy cualificada hasta en un taller mecánico.

¿Hasta donde llega este problema de falta de personal?

Hay determinadas ramas de FP que no tienen alumnos y se siguen demandando. Seguimos necesitando panaderos, carpinteros o carpinteros metálicos.

Por otra parte, ¿cuándo le nace la vocación a una persona? Tenemos que acercarnos a los colegios e institutos, a gente muy joven, para explicarles qué es una pyme, acercarles a las empresas. No hay que olvidar que el 99% del tejido empresarial son compañías de menos de 100 trabajadores. En la pyme y la micropyme, no cubrir un puesto de trabajo es un drama, ya hay empresas que tienen previsto el cierre porque les falta mano de obra.

¿La legislación está adaptada a las pymes?

En Aragón hay 90.000 empresas, de las que 52.000 son autónomos sin asalariados. Sólo 115 compañías tienen más de 250 trabajadores. ¿Qué le pedimos a la Administración?: que la legislación tenga en cuenta el tamaño de la empresa y la zona geográfica. No se le puede pedir lo mismo a una empresa de 5.000 trabajadores en el corredor del Henares que a otra de tres trabajadores en Cantavieja. Es discriminatorio.

No pedimos carta blanca, pero al exigir burocracia, estas cuestiones deben tenerse en cuenta. De lo contrario, la empresa de Cantavieja no puede competir en las mismas condiciones. La de 5.000 empleados tiene asesores jurídicos y un departamento administrativo que la de tres obviamente no.

Además no tienen las mismas carreteras, la misma cobertura de Internet, la misma oferta sanitaria… ¿Cómo van a atraer a trabajadores? Seguimos abriendo más esa brecha geográfica y digital.

En las últimas semanas ha estado muy candente el ámbito de la siniestralidad laboral. ¿Cómo se aborda desde CEPYME?

La siniestralidad laboral ha bajado en lo que llevamos de 2023 un 2% respecto al año pasado. Hay que considerar que venimos de años en los que se redujo drásticamente, 2020 y 2021, debido claramente a que se paralizó la actividad.

No hay duda que en el momento en el que se produce una relajación, hay consecuencias, y todos los agentes sociales, así como la Administración, nos preocupa. Por nuestra parte, nos hemos reunido con la consejera Mar Vaquero y la voluntad de todos es retomar todas las acciones para que Aragón sea referente en este ámbito.

El drama de un accidente lleva además costes emparejados para el conjunto de la sociedad: el coste emocional para los compañeros de la persona accidentada, un coste de reputación para la empresa… Es un problema de todos, por lo que no hay que bajar la guardia y si cualquiera detecta cualquier incumplimiento debe señalarlo.

CEPYME cumple 45 años, ¿cómo definiría el momento en el que se encuentra?

Creo que CEPYME es un poco la gran desconocida, pero estamos en todas las comarcas y somos la parte más visible del tejido empresarial. Cuando un autónomo o una empresa no sabía dónde ir durante la pandemia, a la primera puerta que llamaba era a la nuestra.

Nuestra corporación está conformada por más de 200 asociaciones, y podemos liderar la gestión de vacantes, la transformación digital, las medidas contra la siniestralidad laboral y el crecimiento de las pequeñas empresas: la transformación del autónomo a micropyme, y de la micropyme a pyme. En ese sentido, somos el verdadero motor de la Comunidad.