España lidera en Europa el derribo de barreras fluviales, una acción que, lejos de agravar la sequía, busca la recuperación del curso natural de los ríos y tiene un impacto medioambiental positivo. En sólo un año -cifras del 2022-, España desmanteló 108 estructuras fluviales, según el informe de Dam Removal Progress, representando casi la mitad del total en Europa.

Pao Fernández Garrido, coordinadora del estudio, aclara que no hay relación entre estos desmantelamientos y la sequía o escasez de energía. Eduardo Rojo, de Iberdrola, señala que las demoliciones corresponden a infraestructuras obsoletas o económicamente inviables.

¿Qué intereses hay detrás de estas destrucciones de presas? Los vecinos lo tienen claro y aseguran que era una fuente de energía limpia que sí era rentable y, sobre todo, que su demolición podría suponer un daño letal para todo ese paraje natural. Los ecologistas, por su parte, advierten que, de tirarla, se podría regenerar el río.

El Fondo Mundial para la Naturaleza respalda estas acciones por sus beneficios ambientales, como la mejora de la calidad del agua, el aumento de la biodiversidad y la restauración de servicios ecosistémicos.

En global, más del 50% de las presas españolas tienen una altura inferior a 15 metros. Las tipologías más comunes son las de gravedad de hormigón y las de tierras homogéneas, con un porcentaje de un 30% cada una respecto al total. Y su edad media ronda los 55 años. Pero eso no significa, en ningún caso, que se hayan quedado obsoletas, quizá todo lo contrario.

La mayoría de las barreras eliminadas son pequeñas estructuras de menos de dos metros de alto, seleccionadas por su potencial para reconectar los ríos. España cuenta con 5.400 obstáculos prioritarios para la demolición, lo que permitiría liberar más de 17.000 kilómetros de ríos.

La controversia surge en torno a la presa de Toranes, ubicada en Teruel, cuya futura demolición ha dividido opiniones entre vecinos y ecologistas. Mientras algunos habitantes ven en la presa una fuente de energía limpia y temen por el daño al entorno natural, los ecologistas apuestan por la regeneración del río tras su eliminación.

Dentro de los distintos tipos de barreras fluviales destacan las presas. En su inventario, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico tiene contabilizadas más de 2.000 repartidas por todo el país.

Sus usos principales son el abastecimiento humano, el regadío, la producción hidroeléctrica y los usos industriales, y que en los últimos años se utilizan también con objetivos recreativos y ambientales.

«Si por obsoleto se entiende que se han dejado de usar, nada más lejos de la realidad o que haya quedado anticuadas o inadecuados las necesidades actuales, tampoco es así, cada vez son más necesarias por su función de regulación del agua, si bien gran parte de la población sólo se acuerda de ellas en épocas de sequías», aputan fuentes de Iberdrola.