En una era donde la atención se centra en los ‘superalimentos‘ de moda y costosos, es hora de volver la mirada hacia un alimento básico, cercano y económico: los garbanzos. Este humilde legume, científicamente conocido como Cicer arietinum, es un pilar de la dieta mediterránea y una fuente nutricional excepcional.

A pesar de su larga historia y presencia en la gastronomía española, el consumo de garbanzos en el país es sorprendentemente bajo, con un promedio de apenas 1,4 kg por persona al año. Las guías nutricionales actuales sugieren incrementar esta cantidad significativamente, recomendando hasta cuatro raciones semanales de legumbres, lo que equivaldría a unos 800 gramos de legumbres cocidas o 320 gramos en seco.

Los garbanzos, ya sean rehidratados en casa o en conserva, son una fuente rica de nutrientes. Un bote de 200 gramos de garbanzos cocidos contiene aproximadamente 300 kcal, con tan solo 4,8 g de grasas, 50 g de hidratos de carbono complejos, 16 g de proteínas vegetales y minerales esenciales como calcio, magnesio, fósforo y potasio.

Estos carbohidratos tienen un bajo índice glucémico, lo que contribuye a un mejor control del azúcar en sangre y proporciona energía de forma constante. Además, la alta cantidad de fibra (14 g por cada 200 g de garbanzos cocidos) y proteínas vegetales los convierten en un alimento ideal para dietas de pérdida de peso o ganancia muscular.

Los estudios han demostrado que los garbanzos pueden influir positivamente en la microbiota intestinal y ayudar a prevenir enfermedades intestinales. Además, su bajo contenido en grasas y alto contenido en ácidos grasos insaturados, aminoácidos esenciales y carbohidratos complejos les otorgan un alto poder saciante.

Frente a superalimentos importados como la quinoa, los garbanzos tienen varias ventajas. Son más baratos, contienen más fibra y proteínas, más fósforo, calcio y vitamina A. Además, su producción local implica menos emisiones contaminantes debido a una menor necesidad de distribución.