El cacao, ese grano marrón oscuro que ha hechizado paladares de todo el mundo, tuvo su peculiar entrada en Europa a través de la estricta disciplina de los monjes cistercienses del Monasterio de Piedra de Zaragoza. Para ellos, dado que no aparecía mencionado en el Antiguo Testamento, el cacao no se consideraba estrictamente un alimento.

En el corazón de Nuévalos, en la provincia de Zaragoza, se erige majestuosamente el Monasterio de Piedra. Fundado en 1186 gracias a la donación del Castillo de Piedra por Alfonso II de Aragón y Sancha de Castilla a los monjes de Poblet, este enclave histórico destaca no solo por su longevidad sino también por ser el primer lugar en Europa donde se cocinó chocolate.

La particular interpretación que hicieron del cacao los monjes del Monasterio de Piedra, les permitió consumirlo durante sus períodos de ayuno. Así, lo que empezó siendo una sustancia que no quebrantaba las reglas religiosas, pronto se convirtió en un alimento cotidiano, no solo para los monjes, sino también para los afortunados huéspedes del Monasterio de Piedra.

Sin embargo, antes de que el cacao causara furor en las tierras europeas, ya tenía un profundo arraigo en la cultura y la religiosidad de los habitantes prehispánicos de México. Cuenta la leyenda que el dios Quetzalcóatl, antes de que los seres humanos fueran desterrados del Paraíso, les obsequió el árbol del cacao. Este regalo no era solo un gesto de generosidad divina; el fruto prometía otorgar fuerza y energía a quienes lo consumieran.

Más tarde, el mundo científico se fascinaría con este árbol y recibiría el nombre de Theobroma Cacao, que traducido del griego significa «alimento de los dioses». Esta designación no solo destaca su carácter divino y místico, sino también su valor intrínseco. En las culturas precolombinas, el cacao no solo era un alimento codiciado, sino que también era una moneda de intercambio, un bien precioso que daba forma a la economía de la región.

EL MONASTERIO DE PIEDRA: CUNA DEL CHOCOLATE

La arquitectura cisterciense del monasterio refleja una estética sobria, austera y luminosa, características que no han pasado desapercibidas para el turismo. Con el paso del tiempo, y tras ser adquirido por la familia Muntadas, la antigua edificación monástica experimentó una metamorfosis para convertirse en un hotel, acogiendo a visitantes de todo el mundo.

Reconocido como Monumento Nacional en 1983, actualmente ostenta la distinción de Bien de Interés Cultural. Además, en 2011, recibió la Medalla al Mérito Turístico por parte del Gobierno de Aragón, consolidándose como uno de los destinos turísticos más emblemáticos de la región.

Pero si hay un rasgo distintivo del Monasterio de Piedra, es su vínculo con el chocolate. La leyenda narra que un monje del monasterio, de regreso de un viaje a las Américas, introdujo el cacao en Europa. Fue en esta cocina conventual donde, por primera vez en el continente, se cocinó chocolate durante el siglo XVI. Ya en el siglo XVIII, el cacao se había afianzado como parte fundamental de la dieta monástica, deleitando a monjes y visitantes por igual.

Hoy, quienes peregrinan al monasterio pueden sumergirse en la rica «Historia del Chocolate en Piedra» a través de una exposición ubicada en la Cocina Conventual. La muestra rinde tributo al legado chocolatero del monasterio, narrando la fascinante travesía del cacao desde sus primeras preparaciones por los monjes en el siglo XVI hasta su consolidación en la cultura gastronómica europea.

Donde el cacao es más que un simple grano; sino que es un eslabón que une lo divino con lo terrenal, y que ha logrado trascender fronteras, desde las antiguas civilizaciones mesoamericanas hasta los pasillos silenciosos de un monasterio en Zaragoza.