En un viaje que se remonta a 1708, el buque español San José y su valioso cargamento de más de 10 millones de monedas de oro, joyas y obras de arte yacen en las profundidades marinas, testigos silenciosos de una época pasada. Colombia, decidida a rescatar al menos parte de este tesoro cultural, se enfrenta a desafíos tanto históricos como contemporáneos.

El San José, construido en el astillero de Mapil de Aginaga en 1698, sufrió su trágico destino durante un viaje de regreso a España cuando fue hundido por los británicos. Descubierto en 2015, este barco ha sido objeto de disputa entre Colombia y España, cada país reclamando la propiedad de sus restos.

La Unesco, basándose en su normativa sobre tumbas submarinas, ha sido el terreno de batalla legal donde España busca reclamar la titularidad del naufragio, mientras Colombia lo declara bien de interés cultural nacional. La extracción, no recomendada por la Unesco en el momento actual, ha generado un conflicto de intereses entre conservación y posesión.

Juan David Correa, ministro de cultura de Colombia, ha anunciado planes de llevar a cabo una «extracción de materiales» entre marzo y abril, desafiando las recomendaciones de la Unesco. Este proceso busca determinar la viabilidad de una recuperación más extensa de los restos del pecio. Correa ha confirmado que en febrero se llevará a cabo una reunión informativa con arqueólogos, miembros de la armada y científicos, proporcionando más detalles sobre esta arriesgada operación a la comunidad internacional.

En un intento por conciliar la preservación histórica con los intereses nacionales, el futuro del San José permanece sumergido en incertidumbre, a la espera de revelar si la riqueza de su pasado puede ser rescatada sin comprometer su integridad histórica.